Un total de 503 personas han sido detenidas en Etiopía por supuestamente planear disturbios para este fin de semana en un festival muy popular en Oromía, la región más poblada del país y donde está la capital del país, Adís Abeba, informó hoy la Policía.

Los detenidos tenían en el punto de mira el festival de acción de gracias «Irreecha», que celebran los oromos -el mayor grupo étnico de Etiopía- cada año para agradecer a Dios las bendiciones y misericordias recibidas durante el año anterior.

El comisario de policía de Oromía, Ararsa Merdasa, afirmó en una rueda de prensa en Adís Abeba que, aparte de las detenciones, los agentes se incautaron de 14 fusiles «Kalashnikov», 26 granadas y 103 pistolas.

«Insto a la población a cooperar con las fuerzas de seguridad y a que les informen inmediatamente si ven alguna actividad sospechosa antes y durante la celebración», manifestó el comisario.

En 2016, más de 55 personas murieron durante el festival en Bishoftu, localidad a unos 40 kilómetros de la capital etíope, después de que la Policía abriera fuego para dispersar a una multitud que protestaba contra el Gobierno y exigía libertad política para los oromos.

La organización pro derechos humanos Human Rights Watch (HRW) pidió este martes a la Policía etíope que se abstengan de usar la fuerza este fin de semana en el festival e instó al Gobierno a «aliviar las tensiones» y «ejercer moderación».

A diferencia de años anteriores, en los que decenas de miles de personas asistieron al certamen, este año se espera menos gente porque las autoridades han impuesto restricciones por la pandemia de COVID-19.

El pasado julio, Oromía sufrió una ola de violencia tras el asesinato del popular cantante oromo Hachalu Hundessa.

El asesinato de Hachalu provocó protestas entre los oromo, además de una espiral de choques interétnicos que fueron sofocados por una dura represión policial, con un saldo de más de 200 muertos y más de 9.000 detenciones, según cifras policiales.

Esas manifestaciones ya reflejaron el creciente malestar que muchos oromos -etnia tradicionalmente marginada del poder en Etiopía- sienten hacia la gestión del primer ministro etíope, Abiy Ahmed.

El ascenso a la jefatura del Gobierno en 2018 de Abiy, primer líder oromo de Etiopía, puso fin a décadas de privilegio y poder de la minoría tigray -que integra una de las nueve regiones étnicas semiautónomas en las que está divido el país-, pero aumentó los recelos entre los oromos nacionalistas que anhelaban beneficios.

El pasado 3 de julio, Abiy -impulsor de reformas democráticas como la amnistía a miles de presos políticos o la legalización de partidos opositores- aseguró que el asesinato de Hachalu y las protestas violentas solo buscaban «encender una guerra civil«.

En 2019, Abiy fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz por terminar con un conflicto fronterizo de dos décadas que enfrentó militarmente a Etiopía y Eritrea.

Pero el mandatario también ha encajado críticas por no solucionar algunos problemas de raíz, como la falta de federalismo y las tensiones étnicas que ocasionan olas de violencia en el país.