La ciencia ha advertido del preocupante deterioro de la naturaleza y ha urgido a la comunidad internacional a doblegar la curva del alarmante declive de la biodiversidad tras comprobar que ninguno de los objetivos previstos en la Convención de Diversidad Biológica de la ONU para 2020 se ha cumplido.
La última llamada de atención de la comunidad científica se lee hoy en la revista Science, donde un grupo de más de sesenta científicos de casi treinta países alertan de ese declive y de cómo la pérdida de biodiversidad limita la capacidad de los ecosistemas para regular epidemias como la que ahora sacude al mundo.
Convocados por la organización internacional «Future Earth», sesenta científicos que integran la «Comisión de la Tierra» -una de las redes de sostenibilidad más grandes del mundo- han corroborado que no se han cumplido ninguno de los objetivos de conservación de la biodiversidad (que se plasmaron en las «Metas de Aichi») y han sentado las bases que deberían a su juicio guiar los nuevos objetivos que se fijará la ONU para 2030 y 2050.
La base sobre la que sustentar la conservación de la biodiversidad debería ser una acción «global» para incluir objetivos «múltiples y ambiciosos», han observado que los científicos, que han incidido en no centrar la lucha contra el deterioro de la naturaleza en una sola faceta, como podría ser la extinción de especies.
Y han advertido de que orientar esas metas a un objetivo único es «muy arriesgado», como lo sería -han apuntado- que la lucha contra el cambio climático se centrara solo a tratar de que el aumento de la temperatura media de la Tierra se sitúe por debajo de los 2 grados.
La investigadora argentina Sandra Díaz, autora principal del artículo que hoy publica Science, ha confiado en que el trabajo de estos científicos se convierta en una herramienta útil de cara a las próximas negociaciones de la Convención de Diversidad Biológica de la ONU, que prepara los nuevos objetivos para los años 2030 y 2050.
Díaz, investigadora titular del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina, ha constatado que apostar por objetivos ambiciosos es un gran desafío global; «pero si no hacemos, dejaremos enormes problemas para todas las generaciones futuras».
Entre los firmantes del artículo está José María Fernández-Palacios, catedrático de Ecología de la Universidad española de La Laguna, quien ha incidido en la gravedad de que «ninguno» de los objetivos de conservación de la biodiversidad previstos por la ONU para 2020 se haya cumplido.
En declaraciones a Efe, el catedrático ha subrayado que éste es «un toque de atención muy importante» para que todos los sectores implicados, y entre ellos también los científicos, traten de dar lo mejor de sí mismos «para doblegar la curva de la alarmante pérdida de biodiversidad a la que está sometido el Planeta».
Fernández-Palacios ha lamentado que los temas ligados a la pérdida de biodiversidad o el cambio global no sean capaces de atraer el interés suficiente de los políticos para acordar avances significativos en las conferencias internacionales.
«Si esto ya era así cuando no estábamos sujetos a crisis económicas o sanitarias, es fácil deducir que en las circunstancias actuales, desgraciadamente, estos temas no serán para la clase política lo suficientemente prioritarios», ha manifestado.
El catedrático de Ecología ha observado que la biodiversidad ha sido siempre «el escudo protector» de la Humanidad desde el punto de vista epidemiológico, y ha alertado de que la pérdida constante de poblaciones y especies en los diferentes ecosistemas del mundo «está mermando de forma sistemática la capacidad de los ecosistemas para regular estas epidemias».
En el artículo, los científicos han incidido en la trascendencia de fijar objetivos «alcanzables y muy ambiciosos» y de que se establezcan nuevas metas «muy altas» para cada faceta (ecosistemas, especies, genes o contribución de la naturaleza a la vida de las personas) pero siempre de una forma integrada.
Entre esos objetivos, la comunidad científica propone fijar una restauración «estricta» de ecosistemas, tanto en las tierras naturales como en las ya intervenidas, minimizar la pérdida de especies, conservar el 90 por ciento de la diversidad genética y garantizar la amplia gama de contribuciones de la naturaleza a las personas.
Los autores han insistido en que se trata de una evaluación «independiente, científicamente fundamentada y exhaustiva» pero que se centra solo en aspectos biológicos y no han estudiado las consecuencias políticas o económicas de esos objetivos, pero han dejado claro que no atender esos aspectos (políticos y sociales) a la hora de fijar los objetivos «sería una receta para el fracaso».