Nadie, ningún economista, ni gurú financiero, ni experto en toma de decisiones empresariales y de inversiones atisbó siquiera el año pasado, que una pandemia en los albores de 2020 se atravesaría por la vida de los más de 7 mil 700 millones de seres humanos que habitan en la aldea global.
Lo que ha pasado este año ha dejado un escenario sombrío de nubarrones con más pobreza, más pobreza extrema, más desigualdad, más inequidad, más desempleo, más exclusión y más hambre.
Se cayó el turismo, el consumo, la demanda interna, los viajes se paralizaron con cuarentenas impensables así como confinamientos estrictos en varios países; y luego llegaron los toques de queda, la prohibición de reuniones sociales, la cancelación de festejos, de ferias, de congresos, de eventos privados, de conciertos, de espectáculos hasta los Juegos Olímpicos de Tokio… todo se paralizó y el año se esfumó.
El coronavirus ha dejado una debacle económica que no ha contenido ni los apetitos geoestratégicos de las potencias, ni frenado el rearme militar, ni mucho menos aminorado los roces geoeconómicos; mientras arrecia la competencia en la nueva era espacial.
En el informe Coronavirus: the world economy at risk (Coronavirus: la economía mundial en riesgo) elaborado por Laurence Boone, la OCDE advierte que “la economía global enfrenta su mayor peligro desde la crisis financiera” desatada en 2008.
“El año pasado, el crecimiento era tenue, pero estaba estabilizándose cuando golpeó el covid-19. Las restricciones sobre los movimientos de personas, bienes y servicios y las medidas de contención aplicadas, como el cierre de fábricas, han hecho retroceder al sector industrial y recortado la demanda interna en China. El impacto sobre el resto del mundo a través de los viajes de negocios y el turismo, las cadenas de suministro, las materias primas y la caída de la confianza, está agravándose”, señala el estudio elaborado por Boone.
En la superficie, la pandemia mantiene ocupadas a las personas intentando no contagiarse del SARS-CoV-2 y capeando el vendaval económico unos recortando sus gastos a más no poder, otros reinventándose y unos más intentando sobrevivir económicamente hablando a través de ayudas y subsidios gubernamentales y al amparo de la benevolencia de las oenegés.
En la profundidad, se libra una guerra intensa de ciberataques, con amenazas cotidianas a diversos flancos sensibles denunciados con insistencia tanto por Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania, España, Italia, Suiza y otros gobiernos occidentales.
A COLACIÓN
La mayor beligerancia está en la Red con ataques dirigidos a objetivos precisos para robar información, causar daño y pánico entre la población a través de invadir con mensajes atemorizantes, provocadores y cargados de desinformación a cada una de las redes sociales sea Facebook o Twitter, fundamentalmente.
También hay fuertes combates ideológicos, como en los peores años de la Guerra Fría, cuando el frente comunista representado por la URSS y sus economías satélites eran el mayor enemigo a vencer por Occidente.
Mike Pompeo, secretario de Estado de Estados Unidos, lleva largos meses tuiteando que “el Partido Comunista chino quiere romper a las democracias occidentales” e imponer su particular visión de gobierno.
Hay fuegos cruzados: Serguéi Lavrov, ministro de Exteriores de Rusia, recientemente declaró que “Occidente intenta resucitar el modelo de un mundo unipolar” en el que la UE “ya renunció a ser uno de los polos en el sistema multipolar” y prefirió orientarse hacia Estados Unidos.
A su vez, Pompeo en su propia cuenta de Twitter @SecPompeo recientemente reviró que: “Los científicos del Partido Comunista Chino no eran pioneros en la cura del cáncer; lo somos nosotros. No son los bioquímicos de Corea del Norte los que están produciendo vacunas seguras contra el coronavirus. Somos nosotros. Los iraníes no van a la cabeza en superordenadores. Somos nosotros. Es el mundo libre y la gente libre la que produce esos resultados superiores”.
También los europeos mantienen un discurso similar no solo hacia Rusia lo hace igualmente hacia China, no hace mucho Jean-Yves Le Drian, ministro de Europa y Asuntos Exteriores de Francia, dijo en una entrevista a Le Monde que “Beijing juega a la fragmentación de la UE”.
“La pandemia es la continuación, por otros medios, de la lucha entre las potencias y también la sistematización de las relaciones de poder que se veían antes, con la exacerbación de la rivalidad chinoamericana; y tenemos que China se siente en condiciones de refrendar su potencia y su liderazgo”, indicó.