Laura Juana Zaragoza Castillo no oculta el orgullo que siente de ser enfermera y de contribuir con su granito de arena en la salud y bienestar de quienes padecen alguna enfermedad.

En su trayectoria por más de 25 años en hospitales del sector público y privado, ha vivido de todo, desde la felicidad de ver como alguien se recupera, hasta la melancolía de ver partir a alguien que luchó hasta el último momento y que, pese a los esfuerzos de todo el equipo médico, no logró superar su padecimiento.

Esa es la balanza entre la vida y la muerte: el que un paciente salga adelante, el que lo veas que se va a casa muy recuperado de su padecimiento y también la otra parte, el saber que hiciste todo lo posible junto con tu equipo de trabajo para sacarlo adelante y al final gana la batalla la muerte. Esas son las dos caras de la moneda a las que te enfrentas día a día, son las que te marcan”.

Puntualiza que “cada paciente, cada historia, cada padecimiento, siempre te dejan una enseñanza”.  

En entrevista con Síntesis, subrayó que para dedicarte a esta profesión se necesita “tener vocación y amor, si no lo tienes no puedes ser enfermera, es mucha paciencia, es el estar y el ver por la demás gente”.

Hoy por hoy puedo decir que no me equivoqué, que cada día aprendo más y que cada día cada paciente me enseña algo nuevo, sobre todo el verlos salir muy sonrientes dándote un gracias, eso no se paga con nada”.

En su experiencia, señala, que al haber pasado por diversas instituciones tanto privadas como ahora públicas, “aprendes de cada una de ellas, tanto en conocimiento y el avance de todo lo nuevo que hay en tecnología. Asimismo, a nivel gobierno ayudas a la gente más necesitada”, refiere. 

Rememora que quiso ser enfermera desde muy pequeña por una enfermedad que padeció: “Me dio bronquitis y fui a dar al hospital en donde recuerdo muy bien que yo no me quería dar de alta (…) En la noche me levantaba y andaba caminando por el hospital a ver que veía (…) Yo creo que desde ahí fue cuando dije sí voy a ser enfermera”

Laura, cómo es conocida en la colonia y el hospital público en donde labora en la actualidad, reconoce que la pandemia del Covid-19, la ha marcado de dos maneras, el escepticismo de las personas respecto a la enfermedad y la desesperación de querer ser atendidos cuando ya la padecen.

No oculta el dolor que le causa el saber que muchos compañeros de batallas han perdido la vida por el virus del Sars-Cov2.

Afirma que, aunque se tomen todas las previsiones y los cuidados, siempre está el riesgo de poderte contagiar.

Día a día al terminar tu turno agradeces que puedes salir y que estás aquí”.

Consideró que es lamentable que pese a todas las muertes que se han registrado a más de un año de la pandemia haya gente que todavía no cree en la enfermedad.

Mis compañeras indudablemente son unas guerreras, son unas valientes y me queda muy claro que somos capaces las mujeres, día a día, de llevar a cabo esta profesión por vocación y para sacar adelante a los pacientes que nos necesitan”.

Destacó que no se puede sacar adelante a un paciente adelante si no tienes un equipo de trabajo a tu alrededor y sobre todo en el que compagines el conocimiento de cada uno de ellos y sus habilidades.

Nosotras como enfermeras escuchamos sus penas, alegrías, sentimientos, siempre estamos ahí para el paciente.

Reconoce que por la falta de personal, insumos e infraestructura a veces pese a todos los esfuerzos no se puede brindar la atención de calidad como se debería por la sobrecarga de trabajo.

Nos agreden, nos insultan, nos golpean porque no los atiendes cuando ellos quieren”, dijo.

Para todas las niñas y adolescentes que desean dedicarse a esta bella profesión, les recomendó que estudien mucho, que se preparen y que lo piensen con el corazón.

Te pierdes muchas cosas (celebraciones, fechas especiales), pero ganas mucho, la gratitud del paciente”, concluyó.