Los feminicidios en México y la creciente violencia de género ha generado el despertar de las mujeres y la sociedad mexicana. Los medios de comunicación han documentado ampliamente las protestas y los lamentables asesinatos en contra de las mujeres.
De acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, uno de los municipios con mayor índice de feminicidios es la Alcaldía Iztapalapa, pues de 2015 a enero de 2020, fue el segundo municipio con más averiguaciones previas por feminicidio en todo el país, sólo detrás de Culiacán, superando a municipios como Ecatepec o Ciudad Juárez.
En este contexto, en Enkoll realizamos un estudio cualitativo con habitantes de Iztapalapa para conocer cómo perciben la violencia de género y los feminicidios.
Nuestros hallazgos revelaron que el machismo y la violencia de género son entendidas por los entrevistados sólo como agresiones físicas, verbales y sexuales. Es decir, para ellos ser machista significa agredir, golpear y menospreciar a las mujeres.
Los micromachismos pasan desapercibidos, son invisibles y desconocidos. Acciones como la atención de las hermanas a los hijos varones, los estereotipos de que los hombres son más fuertes y las mujeres más sensibles y mejores cuidadoras se asumen como verdaderos y normales.
Existe un profundo desconocimiento de las actitudes y acciones de la vida cotidiana que son “machistas” y sitúan en desventaja a las mujeres. En el ámbito laboral se reconoce la brecha salarial y el limitado acceso a puestos de dirección, pero otros aspectos como dudar de las capacidades de las mujeres para determinadas tareas y el acoso laboral siguen siendo normalizados por mujeres y hombres.
El peso de la formación de los hijos sigue recayendo sobre las madres quienes se identifican como quienes crían machos, pues sienten que consentirlos es una forma de mostrarles cariño a los hijos varones. Los hombres, por su parte, consideran que ya no son machistas porque no golpean a sus parejas y “ayudan” en la casa. Ambos padres creen que otorgan libertades y asignan responsabilidades por igual a hijos e hijas, pero las y los jóvenes reconocen que a las mujeres no se les dan las mismas libertades y oportunidades que a los hombres.
Lo mismo sucede con la voz de las mujeres, pues sin importar el rango de edad, ellas sienten que su palabra se ha puesto en duda y es desacreditada, son las jóvenes quienes señalan que la opinión de los hombres es más válida ante la sociedad ya sea en el hogar, en el trabajo, en la impartición de derechos o en contextos de reclamo y denuncia, por ejemplo, ante acusaciones de violencia, maltrato o acoso, las mujeres que participaron en el estudio dicen que deben justificar o evidenciar que no provocaron el acoso sexual o la violación.
En suma, los participantes del estudio perciben que la violencia de género, el machismo y los feminicidios ocurren en un entorno ajeno a ellos, por ejemplo, piensan que un feminicidio es cometido por un “monstruo”, o por alguien que está bajo el efecto de alcohol o drogas, en niveles socioeconómicos bajos, en la frontera norte o en pueblos alejados de la Ciudad de México. Siendo que los feminicidios ocurren en la intimidad de un hogar a manos de un conocido, el cual podría pertenecer a cualquier nivel socioeconómico y no necesariamente consumidor de drogas o con problemas de alcoholismo.