La pandemia está provocando cambios inminentes y acelerando otros que venían con cierto letargo: para la Administración Pública, la reducción del gasto por la presencia del personal in situ en las oficinas significará un  aliciente, incluso en sintonía con el medioambiente para facilitar el teletrabajo.

Cada país va adaptándose a las circunstancias, en algunos inclusive van aplicándose reformas y cambios en el terreno de lo laboral; por ejemplo, en España, este pasado lunes se dio a conocer que el Ministerio de Función Pública y Política Territorial logró un acuerdo con las centrales sindicales a favor de permitir el teletrabajo en la Administración General del Estado.

Digamos que es una medida bastante significativa, un parteaguas entre el pasado laboral y el futuro inminente en cuanto a la modernización de las actividades administrativas desarrolladas por el gobierno.

Gracias a la negociación alcanzada se abre un hito laboral en el país ibérico que permitirá que los funcionarios públicos elijan a partir de este jueves 15 de abril, la modalidad de teletrabajar tres días a la semana y los otros dos acudir a la oficina.

Aproximadamente dos millones y medio de empleados del sector público podrán solicitar esta modalidad que no cambiará una vez termine la maldición de la pandemia.

Se han dado pasos necesarios también para darle al trabajador la opción de elegir de forma voluntaria qué es lo que más le conviene dejando además la cualidad de ser reversible; también relevante que por ley se incluya que la Administración Pública es la encargada de dar y mantener  los medios tecnológicos necesarios para que el empleado pueda teletrabajar.

Ya es innegable: el destino, el futuro y las grandes transformaciones nos están zambullendo en la Cuarta Revolución Industrial que acelera a un ritmo interesante.

Todos los estadios, pasos de una etapa hacia otra, relacionados con la transformación económica y productiva, en el primer ámbito donde más sensiblemente se dejan sentir es en la mano de obra y en las actividades laborales.

La Primera Revolución Industrial (1760) que detonó en Gran Bretaña marcó el uso de las primeras máquinas primigenias a gran escala cuyas consecuencias dejaron sin empleo a miles de trabajadores y originaron una nueva especialización laboral.

Unos empleos desaparecieron pero surgieron otros y fue dando un desplazamiento inevitable; simplemente la máquina Spinning Jenny inventada para hilar más rápido solo dependía de un solo trabajador que requería una cierta cualificación.

Su aparición extinguió cientos de empleos en muchos telares y dio pasó a fábricas más sofisticadas como fue aconteciendo también en el campo con la introducción de las máquinas de vapor.

Cada Revolución Industrial ha dejado sus consecuencias visibles y trascendentales extinguiendo subsectores, creando otros,  haciendo que surjan otros sectores; y con ese nuevo rostro, se liquidan unos empleos pero emergen otros distintos demandando  las especializaciones del momento.

Hay una ópera prima creada por Bernardo Bertolucci, en Novecento, es el fiel retrato de cómo la Segunda Revolución Industrial golpea el campo italiano generando en consecuencia movimientos sociales y políticos revulsivos.

Pues bien, nos está tocando experimentar en carne propia la Cuarta Revolución Industrial que ya nos ha enseñado los dientes: es y será digital hasta la médula; la supervivencia de nosotros como seres productivos dependerá de nuestras habilidades en la Red para competir con nuestra empresa o con nuestros servicios en el amplio universo del Internet.

Desde luego no lo será todo porque viene el Internet de las Cosas, los vehículos autónomos y por supuesto, el avance en la robótica y la inteligencia artificial que tarde o temprano pondrá a robots a convivir con la raza humana. Los cambios no son pasado mañana, el mundo está cambiando ante nuestras narices así es que hay que salir ganadores; el teletrabajo nos está dando el primero aviso…

@claudialunapale