Me encuentro en Ginebra, Suiza, cubriendo la Cumbre entre el presidente estadounidense, Joe Biden y el mandatario ruso, Vladimir Putin en este primer cara a cara entre ambos desde que el demócrata asumió la Presidencia en enero pasado.

Tengo la experiencia de poder comparar este evento con el de 2018 en Helsinki, Finlandia con la reunión del entonces dignatario norteamericano, Donald Trump y con su homólogo ruso y claramente se abre y profundiza más la brecha del distanciamiento entre dos naciones que otrora lubricaron años y años de antagonismos que no siempre terminaron bien y que, más de una vez, estuvieron al borde de la nada de desencadenar otra gran guerra global.

El tono de Helsinki era el de la expectación y el cotilleo por ver si lograría brotar la chispa de la amistad entre Trump y Putin, si al final de cuentas bromeaban y se caían bien como aconteció con otros mandatarios estadounidenses y rusos que, inclusive, llegaron a convertirse en grandes amigos como aconteció con Gerald Ford y Leonid Brezhnev así como con Ronald Reagan y Mijail Gorbachov y el propio Gorbachov con George Herbert Bush.

El problema viene siendo la personalidad hiper dominante de Putin, tomando en cuenta, además, que mientras él sigue asido al poder en Rusia en este tiempo ya ha visto pasar a cuatro presidentes en la Unión Americana (George W. Bush, Barack Obama, Donald Trump y actualmente Joe Biden). Porque en unos países opera la dinámica de la democracia, y a veces, con ciertas deficiencias e injerencias maliciosas y en otros se perpetúa la autocracia.

Ni Putin congenia, ni se entiende con Biden, ni viceversa; la realidad es que vivimos un cristalino escenario global, la capa de hielo es finita, podría romperse en cualquier momento lo que significa decisiones que pueden ponernos en peligro a muchos.

A Ginebra, ambos líderes, han llegado con rabia, frustración acumulada, asumiendo que es un momento para ponerse duros y no dar un paso atrás y con un diálogo espinoso y de oídos sordos.

Biden quiere respeto a la soberanía estadounidense y que cesen las campañas del odio, de la confusión y del miedo alentadas en medio de la pandemia para provocar más dolor, temor e irritación a la gente; desea que paren los ataques de ramsoware que en plena pandemia se han ido apoderando de una actividad opaca en Internet.

De igual manera que se detengan los ciberataques constantes a instalaciones vitales y esenciales, la filtración de hackers para robar cuentas y contraseñas y por supuesto, información confidencial.

Hay una guerra de gran intensidad librándose ahora mismo en el terreno de lo digital y tecnológico mostrando su enorme poderío capaz de hacer el bien en manos de la Humanidad pero igualmente un enorme daño cuando cae en gente maliciosa y desestabilizadora.

El cerebro de toda esta guerra híbrida es Rusia, según lo esgrimido por los servicios de Inteligencia estadounidenses, y Biden quiere decirle a Putin que cuenta con evidencia y que es mejor que paren ya, de una vez por todas, o los países ciberatacados miembros de la OTAN podrán activar el artículo 5 del Tratado demandando el amparo en la respuesta y que ésta no siempre podría darse con la misma intensidad ni bajo los mismos términos.

Vivimos tiempos convulsos mucho más tensos y con cierto grado de histeria que en el pasado inmediato cuando se habló de la bipolaridad dominante en un mundo escindido entre el capitalismo y el socialismo ideológico y que cuando se creía que la bestia había sido ya dominada, ha vuelto a resurgir con fuerza pero en vez de ser dos los polos contrarios ahora son tres; y encima, el que más preocupa ha mutado ­adaptándose a los tiempos actuales con su socialismo de mercado y Rusia, digamos, es su mejor amigo al menos momentáneamente.

A COLACIÓN

Los expertos en Inteligencia y defensa militar ven con mucho riesgo no solo la perpetuidad de Putin sino que éste prosiga con la intención de volver a reunificar a varios países que, aunque sean naciones pequeñas, ostentan su propia soberanía.

También observan con inquietud el intercambio militar estratégico entre China y Rusia y que compartan mayor visión de un mundo que ellos quisieran amoldar a su forma.

Y luego figura la pandemia en medio de todo este panorama, en un ambiente internacional enrarecido en el que cada vez cuesta más no decir que el SARS-CoV-2 es una especie de guerra biológica desatada para desestabilizar y noquear a las grandes potencias… en la guerra, como en el amor, todo se vale; lamentablemente.