La devastación en la Amazonia brasileña volvió a batir récord en el primer semestre del año, una situación que el gobierno de Jair Bolsonaro no ha conseguido revertir por la falta de control y de combate a los crímenes ambientales y que se constituye en la más alta desde 2016.
En el primer semestre del año la deforestación afectó 3 mil 609 kilómetros cuadrados de la mayor selva tropical del planeta, un 17,1 % más que las talas registradas entre enero y junio de 2020, según datos divulgados este viernes por el Instituto Nacional de Pesquisas Espaciales (Inpe).
Se trata de la mayor tasa de devastación registrada para este período en la Amazonia brasileña desde 2016, cuando comenzó a ser medida la serie histórica.
Sólo en junio perdió 1.062 kilómetros cuadrados de vegetación nativa, el cuarto récord mensual consecutivo de talas en el ecosistema. En mayo fueron devastados 1.391 kilómetros cuadrados de selva, en abril 580,5 kilómetros cuadrados y en marzo 367,6 kilómetros cuadrados.
Varias organizaciones defensoras del medioambiente coincidieron hoy en señalar que el actual ritmo de la deforestación en la Amazonia brasileña indica que en 2021, por tercer año consecutivo, la selva perderá alrededor de 10.000 kilómetros cuadrados.
La alarmante cifra ha sido atribuida por las ONG a las omisiones del gobierno del líder ultraderechista, pues se trata de un área en un 60 % superior al promedio anual en la década anterior a su mandato (2009-2018), que fue de 6.400 kilómetros cuadrados al año.
El dato final de la deforestación en el último año solo se conocerá en agosto cuando se tengan las cifras de julio, momento en que culmina el periodo oficial de medición de la deforestación en el país, que va desde el 1 de agosto hasta el 31 de julio.
En 2020, se talaron 10.800 kilómetros cuadrados de vegetación nativa en la Amazonia brasileña, la tasa más alta en 12 años.
«El gobierno de Bolsonaro perdió dos décadas de combate a la deforestación en dos años. Probablemente necesitaremos otras dos para recuperar el legado de esta devastación», señaló Maurício Voivodic, director ejecutivo de WWF-Brasil, citado en un comunicado.
Desde que el líder ultraderechista llegó al poder, el 1 de enero de 2019, la devastación de la selva amazónica ha sido una de las peores en la historia de Brasil.
El mandatario defiende la explotación de los recursos naturales en la Amazonia, incluso en reservas indígenas, y ha flexibilizado la fiscalización de actividades que atacan directamente al medioambiente, como la minería y el comercio de madera, en su mayoría practicado de forma ilegal en esa región.
Presencia militar no ayuda
El gobierno de Bolsonaro pretende que para este año la devastación en la selva se reduzca en unos mil kilómetros cuadrados, en relación con el año pasado.
Para cumplir ese objetivo puso en marcha una nueva operación militar para combatir los crímenes ambientales en la Amazonia con la movilización de unos 3.000 uniformados de las Fuerzas Armadas, que patrullarán la selva hasta agosto.
Esta es la tercera vez que el líder ultraderechista autoriza la participación de militares para este tipo de operaciones para enfrentar crímenes como la tala de árboles y la minería ilegal, y también combatir los incendios forestales.
Los militares asumen parte de las actividades que eran ejercidas por los fiscales del Instituto Brasileño de Medio Ambiente (Ibama), un órgano que, como otros del área, ha sufrido fuertes recortes presupuestarios y de personal desde el inicio del gobierno.
Para las organizaciones ecologistas, el envío de tropas a la Amazonia no ha sido efectivo, pues las cifras de devastación de la selva, en vez de parar, continúan aumentando.
«Este tipo de operaciones lleva dos años movilizando recursos públicos, muchas veces superiores al presupuesto anual de inspección del IBAMA y una gran cantidad de personal militar, sin efectividad en la prevención de deforestación e incendios, el resultado es un aumento de estas cifras», aseguró Greenpeace en un comunicado.
En el mismo sentido se manifestó el Observatorio del Clima, una red que reúne a medio centenar de ONG en Brasil, que dijo que «no existe» un verdadero control sobre la deforestación, pues medidas como el cobro de multas se desplomaron durante el gobierno del líder ultraderechista, mientras avanzan en el Congreso proyectos como los que promueven la minería, una actividad que fomenta la devastación.
«Desde el principio, el régimen de Bolsonaro ha saboteado los órganos de fiscalización ambiental y ha adoptado medidas para favorecer a quienes destruyen nuestros bosques. Las altas tasas de deforestación no ocurren por casualidad: son el resultado de un proyecto del gobierno. Bolsonaro es hoy el peor enemigo de la Amazonia», dijo Marcio Astrini, secretario ejecutivo del Observatorio del Clima.