Ya no hay espacio para los Vinnie Jones en la selección inglesa. Ya no hay chicos que salten al campo para merendar tibia ni que celebren sus goles como Paul Gascoigne, simulando la técnica alcohólica ‘silla del dentista’. Gareth Southgate ha reunido a un grupo de chicos educados como él, con los que Inglaterra ha logrado lo que no había conseguido cuando jugaba con sus Bad Boys.
El primer gran gesto de los 26 jugadores de Southgate se ha producido antes siquiera de jugar la final. Los futbolistas donarán sus primas al sistema de salud público británico, un aporte que puede rondar los 10 millones de euros en caso de victoria. Y es que si por algo se caracteriza este equipo es por haberse alejado de la rudeza y la agresividad de la Inglaterra de antaño.
Uno de los mayores exponentes es Marcus Rashford, el delantero del Manchester United, que lleva luchando años por los niños más desfavorecidos. Rashford, criado en una familia humilde, consiguió que el Gobierno británico extendiera las ayudas a la alimentación a las familias que lo necesitaran durante las vacaciones escolares. Se convirtió en el icono de la lucha contra la pobreza infantil, con apenas 23 años.
Su rival del Manchester City, Raheem Sterling, también se ha destacado como impulsor de las luchas sociales y tras recibir en el pasado insultos racistas en los campos de fútbol, en redes sociales, e incluso en los tabloides ingleses, fue hace apenas unas semanas cuando la reina Isabel II le condecoró con honores por su labor en la búsqueda de la igualdad.
Kalvin Phillips, titular indiscutibles en el centro del campo, es otro de los que tuvo una infancia complicada y fue su abuela uno de los pilares en los que se sostuvo para salir adelante. Cuando lograron el pase a la final, apareció en el campo de Wembley con una camiseta con la inscripción Granny Val (Abuelita Val), recordando a su abuela, fallecida antes de la pandemia.
«Era una gran mujer. Siempre escuchaba mis partidos en la radio y me llamaba cinco o seis veces después para ver cómo había jugado«, apuntó Phillips.
Luego están los jugadores finos en el campo, los que destacan por todo menos por sus malas maneras. Es el caso de los Mason Mount, Declan Rice, John Stones, Jadon Sancho, Jude Bellingham y Bukayo Saka. O los sobrios Luke Shaw y Jordan Pickford.
También está Jordan Henderson, al que la reina condecoró por su coraje para liderar a los futbolistas durante la pandemia. El jugador del Liverpool reunió al resto de capitanes de la Premier en repetidas ocasiones para animarles a donar dinero a los sanitarios británicos. Además, es embajador de la fundación del NHS (Servicio de salud público del Reino Unido).
Aun así, como en toda familia, hay excepciones. Harry Maguire fue arrestado en sus últimas vacaciones en Grecia, Kyle Walker se saltó el confinamiento para organizar una fiesta, igual que Jack Grealish, que además se había grabado horas antes pidiendo a la gente que se quedara en casa para acabar chocándose con su coche de madrugada y perdiendo el carnet de conducir.
O Phil Foden, que fue expulsado de la convocatoria de Inglaterra en la Liga de Naciones tras saltarse los protocolos anticovid junto a su compañero Mason Greenwood colando a dos chicas en el hotel.
Excepciones que desentonan en un grupo prácticamente pulcro y alejado de lo que un día Inglaterra fue. Quizás por eso ahora estén más cerca de ganar la Eurocopa que nunca.