La gran apuesta de Occidente pasa porque el multilateralismo salga más reforzado y vivo que nunca luego de que la pandemia sea derrotada y el SARS-CoV-2 finalmente vencido por las diversas inmunizaciones que ya se aplican a contrarreloj en varios países del mundo.

La respuesta de las instituciones ante la inusitada urgencia sanitaria desatada desde el año pasado ha sido lenta pero también ha evidenciado una perentoria necesidad por reactualizar a buena parte de los organismos internacionales a las nuevas condiciones imperantes en las primeras décadas del siglo 21.

Además dotarles de mejores instrumentos, herramientas y capacidad de toma de decisiones, tanto la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con su Consejo de Seguridad se han visto rebasadas por los acontecimientos directos e indirectos desatados a raíz de la expansión del virus a principios de 2020.

A la fecha, según la OMS, en datos preliminares han fallecido más de 4 millones de personas por covid-19 y los contagios superan los 200 millones de personas.

Hay varias variantes que están acelerando la expansión del patógeno: la OMS reconoce la virulencia de los linajes Alpha, Beta, Delta, Delta Plus y Lambda.

La Delta, ha dicho recientemente Tedros Adhanom Ghebreyesus, titular de la OMS, está convirtiéndose rápidamente en la cepa dominante en el entorno mundial afectando la vuelta a la reapertura en varios países.

Tanto para Estados Unidos como para la Unión Europea (UE) la única forma de no volver al escenario de meses atrás es avanzando hacia la inmunización rápida de la mayor parte de la población; ni la Unión Americana, ni la UE, tienen en mente poner en riesgo la recuperación económica que ya experimentan y básicamente confían en que los brazos del multilateralismo logren vencer la heterogeneidad y el egoísmo en la distribución de los viales anticovid.

A colación

Nadie duda en que hay que darle nuevas atribuciones y modernizar –ante la nueva realidad imperante– a todo el entramado de instituciones y organismos internacionales herencia del final de la Segunda Guerra Mundial.

Son otros tiempos, con necesidades más complejas, una mayor población global, más actores geopolíticos y geoeconómicos, disputándose el balón de la hegemonía.

Y está, desde luego, el gran avance tecnológico y digital, cuyos desafíos ameritan ampliar las bases de la cooperación internacional para que la vía del multilateralismo logre maximizar sus beneficios y al mismo tiempo crear un tapón legal que impida que el futuro inmediato pase a ser controlado por grupos de hackers actuando bajo un anonimato impune.

Ya no es el terrorismo tradicional de las bombas en los aviones o en los medios de comunicación, el mayor temor de los estados y sus gobiernos junto con sus cuerpos de seguridad.

El nuevo terrorismo es híbrido se cierne sobre de personas como de gobiernos, de instituciones públicas como privadas y, todos los días, intenta ataques masivos a infraestructura vital bajo el amplio universo digital.

Si no se logra dar una salida efectiva al marco de la cooperación vía el multilateralismo para estar preparados para detener, contener, localizar y castigar a los delincuentes y terroristas digitales el mundo será todavía más inestable e inseguro.

Así se lo expresó Biden a su homólogo ruso, Vladimir Putin, en la pasada reunión bilateral que sostuvieron en Ginebra, Suiza, el 16 de junio… deben cooperar para frenar los ciberataques.

Si Trump no pudo cargarse el multilateralismo, la pandemia tampoco lo hará, porque la única forma de contener y contrarrestar los grandes e inminentes desafíos es mediante soluciones globales, a problemas globales y para eso sirve precisamente el consenso que proporcionan los organismos e instituciones internacionales.

El multilateralismo no puede, ni debe morir…