En el escenario actual, la pandemia, el virus y las vacunas no han hecho más que exacerbar las condicionantes previas a la aparición del covid-19 al aportar una mayor tensión en el juego de intereses hegemónicos.
Con la pandemia convertida en el gran disruptor, todos los días pasa algo en la aldea global, de hecho ha creado una sensación generalizada de que el tiempo pasa demasiado rápido porque el foco de preocupación sigue orbitando alrededor del virus y del dilema de salvar, tanto la bolsa, como la vida.
Más de un año ha pasado desde los primeros casos de contagio por coronavirus y su origen sigue siendo incierto, lleno de dudas y de mezcla de intereses geopolíticos: en mayo pasado, el presidente de Estados Unidos, Joseph Biden, dio a la CIA tres meses para presentarle un informe preciso y fidedigno acerca de cómo surgió el patógeno.
La gran interrogante es qué pruebas podrá aportar esta Agencia de Inteligencia y a partir, de entonces, qué respuesta podría orquestar la Casa Blanca si logra demostrar la implicación directa de China en el coronavirus.
¿Podrían recrudecer todavía más los roces entre la Unión Americana y China? Desde la perspectiva de Rafael Villasanjuan, a la fecha impera el consenso científico global de que es zoonótico, esto es, que proviene de un animal mamífero.
Villsanjuan es director de Análisis y Desarrollo Global en España y hace unos días tuvo la gentileza de responder a mi pregunta durante la presentación del documento “Geopolítica de la salud” elaborado por el Barcelona Centre for International Affairs (CIDOB).
Primeramente me explicó que los grandes reservorios de virus vienen de los murciélagos considerados el principal mamífero que hay en el planeta; y básicamente existen 300 mil virus que todavía no han sido contagiados al ser humano y están en animales mamíferos.
De las dudas del papel de China en la pandemia, en su momento expresadas por el anterior mandatario republicano Donald Trump y por el actual inquilino de la Casa Blanca, el demócrata Biden, para Villasanjuan las sospechas emergen porque el virus del covid-19 analizado en un murciélago no es el mismo virus del Covid-19 en los seres humanos; de por medio, hay una mutación.
“Todos queremos saber, ¿dónde se produce esta mutación? Esto es lo que genera tanta confusión y en estos momentos se ignora si el pangolín hizo mutar ese virus que luego pasó a las personas en la forma en la que se encuentra ahora. Aquí hay dos grandes teorías: la primera, señala que este virus ha sido creado en un laboratorio, que desde luego es una auténtica monstruosidad si no se tiene el antídoto es como una película de James Bond… como no lo sabemos científicamente, lo tenemos que descartar”, me dijo.
La segunda, relató el directivo, es una opción menos descabellada y más apegada con la realidad y el campo científico que en los laboratorios se conoce como “la práctica de beneficio”.
¿Qué es la práctica de beneficio? En la explicación dada por Villasanjuan es una actividad en la que el científico o técnico de laboratorio está manipulando un microorganismo para provocarle una mutación dado que sabe –a priori– que si no lo hace, terminará dañando al ser humano.
Es decir, los científicos generan esa mutación que está además dentro de la práctica habitual en los laboratorios además reconocida por una regulación ética muy estricta con unos procesos de información muy controlados por comités éticos.
A colación
¿Podría haber sucedido esto en Wuhan, en su laboratorio de alta seguridad? Yo sé que la respuesta lleva intrínseca, muchas conjeturas y suposiciones, porque hasta ahora no hay ninguna prueba fehaciente; y es precisamente lo que la CIA está indagando.
Esto es también la geopolítica de la pandemia con dudas sembradas, teorías conspiranoicas y expertos en análisis político que advierten que, sin la sombra adversa del coronavirus, Trump habría sido fácilmente reelecto.
La gran interrogante es si el coronavirus ha sido un evento espontáneo de la naturaleza o juega como arma arrojadiza dentro de ese contexto minado y ríspido que venía desarrollándose previo a la pandemia. ¿Usted qué opina, apreciado lector?