Primera notaria de la Ciudad de México, destacada magistrada de la Suprema Corte y primera secretaria de Gobernación de la historia, la prestigiosa jurista Olga Sánchez Cordero acumula una larga trayectoria rompiendo techos de cristal que la lleva ahora a presidir el Senado mexicano.

Hasta la semana pasada era una de las figuras más importantes -y la más progresista- del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, pero a sus 74 años decidió salir del gabinete para regresar a su escaño en el Senado, institución que este domingo la eligió como su presidenta por abrumadora mayoría.

Desde que Sánchez Cordero (Ciudad de México, 1947) dio en 2018 el salto a la política, ha impreso un estilo personal de diálogo y consenso muy distinto a la polarización de López Obrador, por lo que fue recibida en el Senado por alabanzas de todos los grupos.

La cámara alta será la nueva trinchera donde intentará impulsar su agenda feminista, la despenalización de las drogas y el apoyo al aborto, asuntos que no pudo empujar desde el Gobierno por el desinterés del presidente.

UNA LARGA TRAYECTORIA JUDICIAL

Licenciada en Derecho por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Sánchez Cordero participó del movimiento estudiantil del 1968 y simpatizó con la ola hippie.

Estudió un posgrado en Reino Unido, fue la primera mujer notaria por oposición en la capital y se desempeñó como magistrada numeraria del Tribunal Superior de Justicia capitalino.

Su gran encargo, que le llevó a ser considerada una de las mujeres más influyentes de México, fue como magistrada de la Suprema Corte, de 1995 a 2015, nominada por el presidente Ernesto Zedillo (1994-2000).

En el alto tribunal, representó el ala más progresista, donde celebró los fallos en favor del matrimonio igualitario, el uso lúdico de la marihuana, los derechos sexuales, los migrantes y los indígenas.

Uno de los momentos más destacados fue cuando la corte aprobó en 2013 su fallo para anular la condena por secuestro contra la francesa Florence Cassez, cuyo caso había sido fabricado por un montaje policial.

En 2012 recibió el máximo galardón que entrega la Universidad del Claustro de Sor Juana y tras abandonar el cargo en 2015 fue nombrada diputada constituyente de la Ciudad de México para elaborar la nueva Constitución de la capital.

El salto a la política lo dio en 2018 como el gran fichaje de López Obrador para su proyecto de «transformación» de México en las terceras elecciones presidenciales a las que se presentaba el político izquierdista.

Aunque ganó un escaño de senadora con el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Sánchez Cordero aceptó el encargo de López Obrador para ser su mano derecha y la primera secretaria de Gobernación de la historia de México.

UN PASO DESGASTANTE POR EL GOBIERNO

Tras asumir el cargo, reformó de fondo el Ministerio del Interior mexicano, considerado hasta entonces como los sótanos del poder, dándole un enfoque de derechos humanos y búsqueda de desaparecidos.

También tendió la mano a los gobernadores del país y a los partidos de la oposición, hasta el punto que fue inmenso el alud de mensajes de cariño que recibió al dejar el cargo.

Pero su perfil no siempre encajó con el estilo de López Obrador, más conservador en lo social que Sánchez Cordero y partidario de la confrontación.

Si bien sustituyó a López Obrador en sus ruedas de prensa matutinas cuando el presidente estuvo enfermo de covid-19 en enero pasado, para aquel entonces ya hacía tiempo que había perdido peso en el gabinete.

Ante las presiones de Donald Trump en 2019, López Obrador despojó a Sánchez Cordero de las competencias en migración y las entregó al canciller Marcelo Ebrard, quien negoció con la Casa Blanca unas políticas restrictivas y cuestionadas por activistas.

Pese a su defensa del aborto, Sánchez Cordero admitió que no estaba en los planes del presidente impulsar la despenalización a nivel federal, y tuvo que encajar los recortes presupuestarios del Instituto Nacional de las Mujeres.

Su ley para amnistiar a personas injustamente encarceladas tuvo un alcance muy limitado, mientras la expareja de Florance Cassez, el mexicano Israel Vallarta, sigue en prisión sin sentencia.

Y la ley para regular el consumo lúdico de marihuana está encallada en el Congreso ante el desinterés del presidente.

Pero Sánchez Cordero no abandonó sus ideales y el día antes de su renuncia, anunció que México acogería a todos los refugiados afganos que lo solicitaran.

Aunque se despidió del Gobierno con una retahíla de elogios hacia López Obrador, en el Senado navegará en un entorno más libre y cómodo donde reimpulsar su agenda: «A mis colegas senadoras, les digo que me incorporo a participar actuando por y para las mujeres de México», fue su declaración de intenciones al asumir el nuevo puesto.