La canciller alemana, Angela Merkel, se despidió de Bruselas, al término de la que seguramente haya sido su última cumbre europea, la número 107 en sus 16 años como líder de Alemania y de la Unión Europea.
«Este ha sido quizás mi último Consejo Europeo. Para mí siempre fue un placer», dijo Merkel desde la sala de prensa donde desde 2005 se ha encargado de explicar el resultado de largas reuniones en las que ella ha sido una pieza fundamental para que los líderes europeos llegaran a un acuerdo.
Así se lo reconoció hoy el primer ministro luxemburgués, Xavier Bettel, que ha compartido con la canciller los últimos ocho años: «A menudo, cuando no era posible seguir adelante, entonces Merkel venía con una propuesta (…), lograba encontrar algo que nos unía para seguir yendo hacia adelante».
La dirigente alemana evitó hacer un balance de su mandato, pero sí concedió que a lo largo de estos años, ha «intentado resolver los problemas».
Dificultades que se han sucedido una tras otra a lo largo de más de una década, desde la crisis financiera de 2008, pasando por la crisis migratoria de 2015, el Brexit o la pandemia de coronavirus.
«Un monumento»
Merkel se va dejando tras de sí una huella imborrable, hasta el punto de que el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, aseguró hoy que es «un monumento».
«Una cumbre sin Angela es como Roma sin el Vaticano o París sin la Torre Eiffel», dijo Michel en el discurso de despedida que dedicó a la canciller en la sala de reuniones, donde el resto de líderes se levantaron para ovacionarla en aplausos.
Realmente, así ha podido parecerlo, sobre todo durante los peores años de la crisis financiera, cuando el resto de líderes iban perdiendo elecciones uno tras otro y ella permanecía y permaneció como la única superviviente de una época en la que se llegó a comparar, a modo irónico, con la novela de «Los diez Negritos», de Agatha Christie.
‘Merkozy’, ‘Merkolad’ o ‘Mercron’, han sido los acrónimos que han ido surgiendo en estos dieciséis años para referirse al eje francolamán, en los que Merkel, que llegó cuando estaba Jacques Chirac, ha compartido liderazgo con los presidentes Nicolás Sarkozy, François Hollande y Emmanuel Macron, principalmente.
Merkel dejará «un gran hueco en Europa», aseguró Bettel y la definió como «una máquina del compromiso».
Compromisos en los que se la ha visto en el sur de Europa como la férrea defensora de la austeridad o como la garante de las finanzas públicas en el norte; como la solidaria que abre la puerta a los refugiados o como responsable de un efecto llamada por le que llegaron a la UE más de un millón de refugiados en 2015.
Y sobre todo, consensos como el que forjó el año pasado, junto a Macron, para aprobar el fondo de recuperación de 800.000 millones de euros (en precios corrientes) para hacer frente a la pandemia con un gran paquete de inversión, que por primera vez ha llevado a la Comisión Europea a emitir deuda en nombre de los Veintisiete, dando un paso adelante a la integración europea.
Preguntada sobre si aceptaría una supuesta oferta de Michel para evitar la desintegración de Europa, Merkel evitó pronunciarse porque no le gusta responder «a preguntas hipotéticas».
«Parto de la base de que esto no ocurrirá», zanjó.
Lo que sí hizo Michel fue obsequiarla con una réplica del Edificio Europa, la sede del Consejo Europeo, en la que sólo la ha superado el luxemburgués Jean-Claude Juncker, durante sus 18 años como primer ministro de su país y presidente de la Comisión Europea.