Washington, 4 mar (EFE).- El presidente estadounidense, Joe Biden, intentó reforzar este viernes su alianza de defensa con Finlandia, mientras la Casa Blanca se plantea ceder al creciente clamor en el Congreso para que EE.UU. cese sus importaciones de petróleo ruso.

Biden se reunió con el mandatario de Finlandia, Sauli Niinistö, poco después de que ese país nórdico, fronterizo con Rusia, rompiera su tradicional postura de neutralidad al enviar armamento a Ucrania después de la invasión rusa.

El encuentro se produjo en un contexto de aumento de apoyo entre los finlandeses a una posible entrada en la OTAN, a pesar de que el Kremlin ha advertido de que habrá «consecuencias militares» para Finlandia si toma esa vía.

Biden no se refirió expresamente a ese posible ingreso en la Alianza Atlántica, pero sí alabó la estrecha cooperación que Finlandia, al igual que Suecia, mantiene con ese organismo.

FINLANDIA Y LA OTAN

«Finlandia es un socio clave de Estados Unidos, un aliado robusto también en temas de defensa y un aliado de la OTAN, especialmente en lo relativo a la fuerza y seguridad de la zona del mar Báltico», recalcó el mandatario al recibir a Niinistö en el Despacho Oval.

Su homólogo finlandés respondió que su país está haciendo «lo posible por ayudar» al pueblo ucraniano, «que está luchando por su país de forma valiente».

Finlandia es el segundo país europeo -después de Ucrania- que más kilómetros de frontera comparte con Rusia y ya sufrió una invasión similar por parte la Unión Soviética durante la Segunda Guerra Mundial, por lo que la cuestión de la OTAN siempre ha sido especialmente sensible.

Sin embargo, en poco más de un mes, el porcentaje de finlandeses que se oponen a entrar en la OTAN ha caído del 43 al 28 %, mientras que los partidarios han aumentado desde el 30 al 53 %, según un sondeo publicado el lunes.

Este martes, el Parlamento finlandés comenzó un debate sobre una posible adhesión a la Alianza, una idea a la que la Casa Blanca ha evitado dar demasiado oxígeno.

«Dependería de la OTAN tomar cualquier decisión sobre los próximos pasos (en caso de que Finlandia pidiera esa adhesión)», dijo la portavoz de la Casa Blanca, Jen Psaki, en su rueda de prensa diaria.

La reunión entre Biden y Niinistö se produjo horas después de que el presidente de Rusia, Vladímir Putin, pidiera a los países vecinos no tomar medidas que puedan «agravar la situación», y asegurara que «no tiene malas intenciones» hacia los Estados limítrofes.

La Casa Blanca quiso enviar además otra señal de apoyo al flanco oriental de la OTAN al anunciar que la vicepresidenta Kamala Harris viajará la semana que viene a Polonia y Rumanía.

¿POSIBLE VETO AL CRUDO RUSO?

Mientras, la portavoz de Biden tuvo que hacer frente a la creciente presión en el Congreso estadounidense para que Estados Unidos deje de importar petróleo ruso, un día después de que varios legisladores presentaran un proyecto de ley con ese fin.

El petróleo ruso apenas supone el 8 % de todo el crudo que compra Estados Unidos, pero la Casa Blanca ha tenido dificultades para responder a la pregunta de por qué sigue importándolo si existe la posibilidad de que los beneficios de esa compra puedan financiar la invasión rusa de Ucrania.

Un día después de rebajar las expectativas de que Biden pudiera tomar esa medida, la portavoz de la Casa Blanca aseguró que el presidente está «analizando opciones para reducir el consumo estadounidense de energía rusa».

Psaki matizó, no obstante, que si se «reduce el suministro en el mercado global, subirán los precios de la gasolina», que ya están altos de por sí, y por eso EE.UU. quiere hacer todo lo posible para «minimizar el impacto en las familias» estadounidenses.

La portavoz subrayó que cualquier medida se tomará en coordinación con la Unión Europea (UE), que depende mucho más que EE.UU. del petróleo y el gas rusos.

La reticencia de la Casa Blanca a tomar esa medida ha desatado las críticas del senador demócrata Joe Manchin, cuyo voto es crucial para aprobar las prioridades de Biden, lo que puede explicar el ligero cambio de discurso de Psaki al respecto.

La portavoz respondió además a las declaraciones de otro senador, el republicano Lindsey Graham, quien opinó que la única manera de terminar con la guerra es que alguien en Rusia acabe con Putin.

Psaki subrayó que ni «asesinar al líder de un país» ni promover un cambio de régimen en Rusia son políticas que Estados Unidos pueda respaldar.

El ataque ruso a la mayor central atómica de Europa, la ucraniana de Zaporiyia, también centró buena parte de la atención de Washington, donde el Pentágono confirmó que no se había producido ninguna filtración radiactiva.

Después de que la embajada estadounidense en Kiev tachara ese ataque de «crimen de guerra», la portavoz de Biden evitó referirse a lo ocurrido en esos términos y se limitó a indicar que están revisando si merece esa etiqueta.

Lucía Leal