Una imagen capturada por la fotógrafa Amber Bracken de vestidos rojos colgados en una carretera en Canadá, en recuerdo de 215 niños indígenas cuyos restos fueron localizados en tumbas sin marcar de una antigua residencia escolar en Kamloops, gestionada por la iglesia católica, ganó hoy el World Press Photo a la Fotografía del Año.

El trabajo de la fotoperiodista canadiense, publicado en el New York Times, muestra unos vestidos de color rojo colgados en cruces a lo largo del camino, en recuerdo de alumnos de la Escuela Residencial de Kamloops, provincia de Columbia Británica, y cuyos cadáveres fueron localizados el año pasado en tumbas sin identificar en terrenos de la antigua escuela.

Ese internado, dirigido por los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, era una de las numerosas instituciones gubernamentales gestionadas por órdenes religiosas en las que niños aborígenes eran internados a la fuerza y sufrieron abusos físicos, emocionales y sexuales como parte de un sistema de “reeducación” para eliminar la cultura indígena.

La presidenta del jurado del World Press Photo, Rena Effendi, consideró que el trabajo de Bracken, premio en la categoría de Fotografía del Año, es “un tipo de imagen que se graba en la memoria, inspira una especie de reacción sensorial, casi dejar escuchar la tranquilidad, un momento sereno de ajuste de cuentas global para la historia de la colonización, no solo en Canadá sino en todo el mundo”.

Salvando los bosques con fuego

En la categoría de Reportaje Gráfico del Año del World Press Photo, el premio es para una trabajo fotográfico del fotoperiodista australiano Matthew Abbott, publicado en National Geographic, y que reivindica una práctica milenaria y cultural de los indígenas australianos, que queman los arbustos de forma estratégica para salvar los bosques y controlar posibles incendios.

Esta técnica de gestión del fuego, conocida en inglés como “cool burning” (quema a baja temperatura), consiste en quemar solo la maleza y eliminar así la acumulación de lo que sería un combustible que alimente llamas más grandes.

La población nawarddeken de la región australiana Tierra de Arnhem ha practicado esta técnica durante decenas de miles de años y entiende el fuego como una herramienta para administrar su tierra natal de 1,39 millones de hectáreas.

Los guardabosques combinan hoy el conocimiento tradicional con tecnologías contemporáneas para prevenir incendios forestales.

El desgaste en la selva amazónica

El fotoperiodista brasileño Lalo de Almeida es el ganador del Premio al Proyecto a Largo Plazo con su trabajo fotográfico “Distopía amazónica”, que “retrata algo que no solo tiene efectos negativos en la comunidad local sino también a nivel mundial», según Effendi.

Las imágenes de Almeida buscan denunciar cómo la selva amazónica está bajo “una gran amenaza” debido a la deforestación, la minería, el desarrollo de infraestructuras y la explotación de otros recursos naturales, amenazas que cobran impulso bajo las políticas regresivas en lo ambiental del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.

La Amazonía, de extraordinaria biodiversidad, es hogar de más de 350 grupos indígenas, pero la devastación -acelerada desde 2019, aunque no es nueva- tiene una serie de impactos sociales, particularmente en las comunidades indígenas que se ven obligadas a lidiar con la degradación significativa del medio ambiente y de su forma de vida, señala la fundación.

Las semillas y la biodiversidad

El Premio al Formato Abierto del World Press Photo ha sido para un documental fotográfico sobre los esfuerzos de científicos y comunidades ancestrales para conservar la agrobiodiversidad en Ecuador, y tiene como autora a la fotoperiodista Isadora Romero, quien, en una entrevista con Efe, denunció el riesgo de “pérdida de la memoria cultural” con la reducción de esta diversidad agrícola.

Su fotoperiodismo busca subrayar “cómo estas dos comunidades enfrentan el problema de maneras diferentes”: los científicos tienen un banco de germoplasma en Quito con más de 28.000 accesiones de germoplasma para generar semillas fuertes sin modificaciones genéticas, y las comunidades llevan haciendo esta labor de cuidado durante generaciones.

Para elaborar “La sangre es una semilla”, Romero trabajó con la comunidad de Camuendo Chico, en la provincia ecuatoriana de Imbabura, y con los científicos en Quito, para instar a “volcar la mirada a otras formas de conocimiento” y que haya “un puente” entre la labor que hace la ciencia y las comunidades indígenas.

Además del premio metálico de 1.000 euros que reciben como ganadores regionales, estos cuatro fotoperiodistas también obtendrán 5.000 euros adicionales como galardón por sus trabajos, que, además, recorrerán el mundo en diferentes exposiciones, llevando las denuncias reflejadas en sus fotografías más allá del país donde fueron publicadas.