La ultraderecha en Europa sigue haciendo corte de caja: catalizadoras de la actual invasión rusa en Ucrania, las elecciones que van realizándose en diversas partes de la geografía europea sirven de termómetro para medir cómo se encuentra el apoyo de los grupos prorrusos en países democráticos.

Ayer en Francia,  la banlieue castigó al actual presidente galo, Emmanuel Macron,  al quedarse más gente en sus casas y no acudir a las urnas; el abstencionismo subió 4 puntos en comparación con 2017 y de paso, le dio más votos a la ultraderechista, Marine Le Pen, que tan solo se ubica 5 puntos de diferencia de un Macron que ha ganado casi por  panzazo esta primera vuelta electoral.

            Hay preocupación porque tienen que medir fuerzas otra vez en una segunda vuelta electoral el 24 de abril; apenas conocerse los resultados el candidato izquierdista, Jean-Luc Mélenchon, del partido Francia Insumisa, pidió a la gente “no darle un solo voto a Le Pen”. De los doce candidatos que contendieron, los sondeos preliminares dieron a Macron un 28.50% de los sufragios, a Le Pen el 23% y a Mélenchon un 21 por ciento; el ultraderechista Éric Zemmour obtuvo el 7%; la conservadora, Valérie Pécresse, consiguió el 4.7% y la española-francesa, Anne Hidalgo, del Partido Socialista, sufrió un descalabro con el 2 por ciento.

            La contienda se cierra entre dos fuerzas yuxtapuestas: el proyecto europeísta y de progreso de Macron con su République En Marche! contra otro nacionalista pero euroescéptico. Justo un jarro de agua fría para una Unión Europea (UE) que busca cohesionarse en decisiones y en posturas frente a la invasión rusa de Ucrania.

            A Macron lo ha penalizado la gestión de la pandemia, la persecución  de los antivacunas y muchos otros colectivos reticentes a inocularse las dosis antiCovid; también está la factura del golpe económico de la pandemia que ha castigado al ciudadano de esos suburbios, muchos de inmigrantes, afectados por una pérdida de poder adquisitivo, con salarios de hambre y una precariedad laboral.

            Los comicios en  Francia son vistos con lupa por otros países europeos, como España, que tendrán elecciones en dos años y que han resentido el golpe de  la pandemia, sus efectos y su gestión; y después, la invasión rusa a Ucrania, sus daños colaterales y las decisiones de la UE. Este panorama negativo está dejando dos tipos de electores: uno, que ha dejado de votar y otro, que se ha polarizado.

Que sobreviva la opción centrista de Macron, para otro período de gobierno, dependerá de que le voten –en la segunda vuelta–  electores de la ultraizquierda, socialistas, comunistas, conservadores y ecologistas.

            Le Pen con  su Agrupación Nacional ha fagocitado con su discurso tanto al elector de la derecha, como al de la extrema derecha, su discurso ha calado en el voto joven, ha llegado al millennial que se siente damnificado de las dos crisis, primero de la pandemia; segundo, de la invasión rusa y las sanciones.

            El voto hacia Le Pen solo confirma lo que la encuesta Ipsos dio a conocer días antes de las elecciones: el 53% de los franceses está preocupado por el golpe económico y el 44% por la guerra en Ucrania.

            A Le Pen le ha votado el hambre, la rabia, la ira, la frustración y el ostracismo. No será fácil, ni holgado el voto en la segunda vuelta para Macron que deberá convencer de que su proyecto merece continuidad. Lo que significa también que Putin no se salga con la suya: amigo e impulsor –como es– de los ultraderechistas no solo de Francia, sino de toda Europa, porque siempre ha deseado romper a la UE.

A COLACIÓN

            Los pasados comicios en Hungría y Serbia, ambos resultados fueron festejados por el dictador ruso, Vladimir Putin, quien felicitó la reelección de Viktor Orbán, en Hungría y  de Aleksandar Vucic, en Serbia.

            Hungría miembro de la UE se ha convertido en el granito en el arroz del bloque comunitario con su simpatía al Kremlin a tal grado que se opone a sancionar la energía rusa, no ha participado en el envío de armas a Ucrania y apenas acoge refugiados.

            Orbán ha sido reelecto por cuarta ocasión. Putin le ha enviado una felicitación por Telegram celebrando que en un futuro pueda fortalecerse la asociación de Rusia y Hungría.

            A su vez, Vucic obtuvo un triunfo importante, se quedará por un segundo período al frente de una Serbia que no forma parte de la UE pero que es candidata para ingresar.

            Mientras tanto en España ha nacido un nuevo partido: Futuro que lidera Javier Benavente Barrón con el propósito de incluir a todas las personas sin ningún tipo de discriminación. Benavente Barrón afirma que el suyo es un partido europeísta, constitucionalista, muy español y humanista.  Habrá que convencer a los potenciales electores.