Una airada multitud irrumpió el domingo pasado en una terminal aérea del aeropuerto de Daguestán, una república del Cáucaso en Rusia, gritando consignas antisemitas y buscando a pasajeros israelíes que supuestamente llegaban en un vuelo procedente de Tel Aviv.

La acción de cientos de hombres jóvenes que inundaron la terminal fue fomentada y coordinada a través de mensajes en un canal islamista de Telegram, según una investigación de la BBC, y tomó a las autoridades por sorpresa. Unas 60 personas resultaron arrestadas.

El 14 de octubre, un hombre apuñaló y mató en Estados Unidos a un niño palestino de 6 años y dejó herida a su madre. Las autoridades lo investigan como un crimen de odio. El acusado, según documentos judiciales que citan una entrevista con su esposa, estaba preocupado por reportes de que iba a haber un «Día Nacional de la Yihad».

Estos son solo dos ejemplos de cómo el recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente está teniendo consecuencias en las comunidades judías y musulmanas de todo el mundo.

Y especialmente en Europa. En los últimos días en París aparecieron pintadas estrellas de David en edificios en los que supuestamente viven ciudadanos de origen judío.

En Alemania, una sinagoga fue atacada con cócteles molotov y un edificio en Berlín donde residen judíos fue pintado con esvásticas.

Tanto Alemania como Francia han prohibido manifestaciones de grupos que abogan por la causa palestina, porque las consideran una incitación al antisemitismo, lo que ha sido criticado como una violación del derecho de protesta y de libertad de expresión.

Muchos argumentan que criticar a Israel por la respuesta militar sobre Gaza, que ha causado 8.500 muertes de palestinos, tras el ataque del grupo Hamás el 7 de octubre, que dejó 1.400 muertos israelíes y más de 250 secuestrados, no supone ser antisemita.