El Gobierno de los talibanes planteó por primera vez públicamente la posibilidad de reinstaurar la lapidación a las mujeres que cometan adulterio, un método de ejecución empleado durante el anterior régimen fundamentalista y cuyo regreso amenaza con socavar aún más los derechos femeninos en Afganistán.

El portavoz del Gobierno de los talibanes, Zabiullah Mujahid, hizo anoche durante una entrevista al canal de televisión afgano TOLO la última referencia a la implementación de la lapitación, apedrear hasta la muerte en una plaza pública a una persona, como una práctica adherida a la ley sharia o islámica. “Una de las leyes de la sharia es la lapidación. Si se dan nuevamente las condiciones para ello, sin duda implementaremos los decretos de la sharia. Ya sea oración o lapidación, lo llevaremos a cabo”, indicó el portavoz.

De acuerdo con la ley islámica, la lapidación responde a la pena con la que se castiga sobre todo a las mujeres por cometer adulterio, considerado un crimen en Afganistán. Sin embargo, “es difícil cumplir las condiciones para la lapidación”, ya que si una mujer casada y hombre cometen adulterio, “se necesitan cuatro hombres o dos hombres y cuatro mujeres como testigos” para aplicar el decreto, explicó a EFE el erudito religioso Mawlawi Mohammad Saleh.

Además, el testimonio de una mujer ante el tribunal vale la mitad que el de un hombre, mientras que las violaciones se consideran como una “confesión” de adulterio, de acuerdo con la legislación islámica. “Falta una ley detallada y las condiciones para implementar este decreto”, dijo a EFE por su parte la activista social y por los derechos de las mujeres Nahid Noor.

El regreso de esta práctica, en vigor durante el anterior régimen fundamentalista de 1996 a 2001, degrada aún más la situación de derechos de las mujeres, que desde la vuelta al poder de los talibanes en agosto de 2021 han sufrido un importante deterioro y un apartheid de género. A día de hoy, Afganistán es el único país en el mundo que prohíbe la educación femenina, según la ONU.

A ello se suma una retahíla de normas que van desde la prohibición para trabajar en oenegés o hacer deporte hasta la segregación por sexos o la imposición del velo para salir a la calle.