En medio de la dolorosa realidad de la desaparición forzada en México, un grupo de mujeres valientes ha emergido como un faro de esperanza y resistencia: las Madres Buscadoras. Originadas en un contexto de crisis humanitaria, estas mujeres enfrentan día a día la incertidumbre y el dolor de tener a sus seres queridos desaparecidos en un país marcado por la violencia del crimen organizado y la corrupción.
El surgimiento de las Madres Buscadoras puede trazarse hasta las profundas cicatrices dejadas por la llamada «guerra contra el narco». A finales de 2022, el Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas reportaba más de 107,000 personas desaparecidas en México, un aumento del 10% desde 2018.
Ante la falta de respuesta efectiva por parte de las autoridades, muchas madres y otros familiares decidieron tomar acción por sí mismos. Inspiradas por la necesidad de encontrar a sus seres queridos y exigir justicia, se organizaron en diversos colectivos a lo largo y ancho de México. Ejemplos notables incluyen Madres y Guerreras Buscadoras de Sonora, Mariposas Buscando Corazones y Justicia, y Ángeles de pie por ti, entre otros. Estos colectivos se unieron bajo el Movimiento por Nuestros Desaparecidos en México (MNDM), que desde su fundación en 2015 ha aglutinado a más de 80 organizaciones de 24 estados mexicanos y tres países de Centroamérica.
El trabajo de las Madres Buscadoras es tanto heroico como arriesgado. Utilizan diversas estrategias para buscar a sus seres queridos desaparecidos, desde la realización de brigadas de búsqueda en campos y fosas clandestinas hasta la difusión masiva de información en redes sociales y medios de comunicación. Su objetivo va más allá de la búsqueda física: buscan mantener viva la memoria de quienes han desaparecido, exigiendo que el Estado cumpla con su responsabilidad de encontrar y hacer justicia para las víctimas.
Desde 2019, estas mujeres valientes han logrado importantes hallazgos. Han encontrado a 1,230 personas sin vida en fosas clandestinas y localizado a 1,300 personas con vida en distintas partes del país, incluidas muchas que fueron secuestradas y maltratadas durante su trayecto migratorio hacia los Estados Unidos.
Sin embargo, el camino de las Madres Buscadoras está lleno de desafíos. Enfrentan la falta de recursos económicos, la amenaza constante de grupos delictivos y la revictimización por parte de algunas autoridades. Más alarmante aún es el alto costo humano que pagan por su valentía: varias activistas han sido amenazadas, atacadas e incluso asesinadas por su labor. Nombres como Arantza Ramos Gurrola, Rosario Lilian Rodríguez Barraza y María Carmela Vázquez son recordados no solo como madres buscadoras, sino como víctimas de una violencia que parece perseguir a quienes desafían el statu quo de impunidad.
A pesar de estos riesgos y desafíos, las Madres Buscadoras continúan su lucha con determinación inquebrantable. Su trabajo no solo busca encontrar a los desaparecidos, sino también presionar al Estado mexicano para que asuma su responsabilidad y proteja a quienes buscan justicia. Además de su labor operativa, han jugado un papel crucial en la promoción de leyes como la Ley General en materia de desapariciones, que entró en vigor en 2018 gracias a la presión constante del movimiento.
Su lucha es un recordatorio de la fuerza de las madres y familiares que se niegan a aceptar el silencio y la impunidad como respuesta. Mientras el país enfrenta una de sus crisis más graves, estas mujeres continúan siendo la voz de aquellos que ya no pueden hablar, en busca de una justicia que no conoce límites ni fronteras.