Con el rápido avance de Google en la integración de la inteligencia artificial (IA) en sus principales productos, a veces con resultados no tan satisfactorios, ha surgido un problema significativo en segundo plano: los sistemas necesarios para soportar estas herramientas de IA han aumentado considerablemente las emisiones de gases de efecto invernadero de la empresa.

Los sistemas de IA requieren una gran cantidad de computadoras para funcionar. Los centros de datos, que albergan estos equipos informáticos potentes, consumen una enorme cantidad de energía para procesar datos y gestionar el calor generado por estas máquinas.

Como resultado, las emisiones de gases de efecto invernadero de Google aumentaron en un 48% desde 2019, según su informe ambiental anual. La empresa atribuye este incremento principalmente al aumento en el consumo de energía de los centros de datos y las emisiones relacionadas con la cadena de suministro.

Google ahora considera su objetivo de alcanzar emisiones netas cero para 2030 como «extremadamente ambicioso», y reconoce que esta meta podría verse afectada por la incertidumbre sobre el impacto ambiental futuro de la IA, un aspecto complejo y difícil de prever. En resumen, el compromiso de la empresa con la sostenibilidad, que una vez incluyó el lema «no seas malvado» en su código de conducta, se ha complicado debido a los desafíos asociados con la IA.

Google, al igual que otros competidores tecnológicos, ha apostado decididamente por la inteligencia artificial (IA), considerada como la próxima gran revolución tecnológica que transformará nuestras formas de vida, trabajo y acceso a la información. La compañía ha integrado su tecnología generativa de IA, Gemini, en productos clave como Search y Google Assistant, destacando Sundar Pichai, CEO de Google, la prioridad que la empresa otorga a la IA.

Sin embargo, la IA conlleva un desafío significativo: los centros de datos altamente demandantes en energía, donde Google y otras grandes empresas tecnológicas están invirtiendo miles de millones de dólares cada trimestre para expandir sus capacidades en IA.

Para ilustrar la intensidad energética de los modelos de IA en comparación con los sistemas informáticos tradicionales, la Agencia Internacional de la Energía estima que una búsqueda en Google consume en promedio 0.3 vatios-hora de electricidad, mientras que una solicitud típica a ChatGPT utiliza alrededor de 2.9 vatios-hora. Un estudio realizado por el investigador Alex de Vries en octubre sugiere que, en el peor escenario, los sistemas de IA de Google podrían llegar a consumir tanto como todo el consumo eléctrico de Irlanda en un año, si la IA se adoptara a gran escala en su infraestructura actual de hardware y software.

«A medida que integramos más la IA en nuestros productos, la reducción de las emisiones puede ser un reto debido al aumento de la demanda de energía por la mayor intensidad de cálculo de la IA, y las emisiones asociadas con los aumentos previstos en nuestra inversión en infraestructura técnica», dijo Google en su informe, publicado el lunes. Añadió que el consumo de electricidad de los centros de datos está creciendo actualmente más rápido de lo que puede poner en línea fuentes de electricidad libres de carbono.

Google afirma que espera que sus emisiones totales de gases de efecto invernadero sigan aumentando antes de disminuir, mientras la empresa trata de invertir en fuentes de energía limpia, como la eólica y la geotérmica, para alimentar sus centros de datos.

Las grandes cantidades de agua utilizadas como refrigerante para evitar el sobrecalentamiento de los centros de datos también suponen un reto para la sostenibilidad. Google afirma que su objetivo es reponer el 120% del agua dulce que consume en sus oficinas y centros de datos para 2030; el año pasado, sólo repuso el 18% de esa agua, aunque la cantidad aumentó considerablemente desde el 6% del año anterior.

Google también se encuentra entre las empresas que experimentan con formas de utilizar la IA para luchar contra el cambio climático. Un proyecto de Google DeepMind de 2019, por ejemplo, entrenó un modelo de IA sobre previsiones meteorológicas y datos históricos de turbinas eólicas para predecir la disponibilidad de energía eólica, ayudando a aumentar el valor de la fuente de energía renovable para los agricultores eólicos. La empresa también ha utilizado la IA para sugerir rutas más eficientes en consumo de combustible a los conductores que utilizan Google Maps.

«Sabemos que ampliar la IA y utilizarla para acelerar la acción por el clima es tan crucial como abordar el impacto medioambiental asociado a ella», afirma Google en el informe.