Nueva Delhi, 1 ago (EFE).- El yoga no suele ser considerado como una práctica en la que se pueda ganar. Sin embargo, la reciente propuesta de la India de incluirlo como un deporte más en los Juegos Asiáticos, y las pistas sobre la posible adición en su candidatura para los Juegos Olímpicos de 2036 han reavivado el debate.
La presidenta de la Asociación Olímpica India (IOA), PT Usha, desveló recientemente que el país asiático buscará que esta práctica milenaria se integre en los Juegos Asiáticos, un evento que se celebra cada cuatro años como una suerte de olimpiadas regionales.
«Es justo que, en consonancia con su gran popularidad, el yoga se convierta en un deporte de competición y esté en los Juegos Asiáticos», reaccionó el ministro de Deportes, Mansukh Mandaviya, a finales de junio, después del anuncio de la IOA.
El yoga está listo para tomar su lugar en el panteón olímpico como «un deporte competitivo con su propio sistema de puntuación», según el ministro. En este sentido, el diario Indian Express detalló que la India está considerando proponer la disciplina como deporte en su candidatura para los Juegos Olímpicos de 2036.
La disciplina es prácticamente un asunto de estado en la India, donde los académicos James Mallison y Mark Singleton cifran la definición más temprana del yoga en el siglo III a. C. en su libro ‘Roots of Yoga’ (2017).
El Gobierno indio va más allá y afirma que la disciplina comenzó en «los albores de la civilización», remontándose hasta el 2700 a. C. y la cultura védica, en un discurso que los autores mencionados consideran «puramente especulativo».
Más allá de controversias está la creciente popularidad en las últimas décadas del yoga, que en la India ya es oficialmente una disciplina deportiva en varias competiciones estatales desde 2020: el yogasana.
Una práctica que Yogasana Bharat, el organismo reconocido por Nueva Delhi para su desarrollo, ya advierte en su página web que «únicamente considera el aspecto físico del yoga» puesto que «uno nunca puede evaluar los aspectos mentales, emocionales y espirituales en un deporte».
Entonces, ¿cómo se gana al yoga? Aunque las normas son diferentes para cada evento, Yogasana Bharat detalla una serie de puntos en común en su reglamento: los atletas tienen hasta tres minutos para realizar una serie de posturas «durante al menos cinco minutos».
La transición de una postura a otra «debería ser lenta y artística», continúan las reglas, una ‘performance’ al ritmo de música y que puede dar ser realizado por un atleta en solitario, o grupos de hasta cinco.
Por todo ello, la disciplina ha sido comparada con la gimnasia artística. Unas similitudes que son fuente de polémica entre yogis y entusiastas.
«El yoga no es una competición», afirmó tajante a EFE Tara Das, autora y practicante de ashtanga, quien recordó la rigurosa práctica diaria de su abuelo como el primer momento en que entró en contacto con la disciplina.
Das juzgó que el deporte es contrario al espíritu del yoga, al centrarse únicamente en los asanas o posturas como buena parte del yoga globalizado y añadir un elemento de competitividad.
«Mi gurú dice que hasta un mono puede pararse sobre su cabeza, ¿significa eso que sea un yogi?», lamentó.
En el fondo, según Das, el afán de darle un giro deportivo al yoga nace de los intentos de la India de reapropiarse una disciplina que nació en su territorio y que hoy en día es global.
«Estoy de acuerdo, la India tiene que reivindicar su propia herencia cultural, pero también tiene que hacerlo sin distorsionarla», zanjó.
Una opinión similar fue la expresada a EFE por la profesora de yoga Arathi Menon, quien reconoció su «problema con la nomenclatura» de la disciplina como deporte, aunque recordó que las competiciones «no son nada nuevo».
El yoga como deporte vendría a disminuir el alcance de la disciplina, explicó Menon, sin por lo tanto mostrar preocupación de que la práctica milenaria se vaya a perder.
«Incluso el tiempo de yoga que practico es diferente al que se solía practicar antes», concluyó.