El secretario general del Consejo Noruego de Refugiados (NCR, por sus siglas en inglés), Jan Egeland, no entiende «la ausencia de Europa de cara a invertir en el conflicto colombiano» y asegura que esta ceguera repercute en asuntos europeos como las drogas o la migración.
«Si quieren ver menos drogas y menos migración hay que invertir en el desarrollo y en el trabajo humanitario«, dice Egeland en una entrevista con EFE en un llamamiento a la comunidad internacional a invertir en la paz de Colombia, y agrega que Europa solo invierte en Oriente Medio porque «es su mar».
Hay ocho conflictos armados en Colombia, recuerda la ONG noruega, tres millones de venezolanos que han huido y residen en el país vecino y 200.000 personas que han cruzado el tapón del Darien hasta ahora, algo que «Europa parece no entender».
Por ello, Egeland resalta que hay comunidades indígenas y de afrodescendientes en diversas zonas del suroeste colombiano que viven en «cruces de fuego» entre los grupos armados que luchan por el territorio y las plantaciones ilegales, situación conocida como «confinamiento«, pues estas poblaciones no pueden moverse porque están controlados por estos grupos y porque sus territorios están rodeados de minas.
Vivir en zona de conflicto
Más de ocho millones de personas viven así, en medio del conflicto, porque cada vez hay más guerra y más cultivos ilícitos, lo que está generando un aumento de los desplazamientos forzados y un mayor contraste entre la realidad de las grandes ciudades y la «Colombia olvidada«.
Desde 2021 ha habido un incremento de 3,5 millones de colombianos que residen en lugares donde hay control de grupos armados, un aumento del 71 %, según informó este jueves el NRC.
Y Colombia sigue estando en la lista de los cuatro países con mayor número de desplazados internos, con 5,1 millones de personas desplazadas a finales de 2023.
La situación en estas zonas de conflicto es «miserable», lamenta el secretario, y agrega que las historias de estos habitantes le «rompen el corazón» porque líderes indígenas reclaman que sus culturas «están muriéndose», se están viendo obligados a desplazarse y sus jóvenes «no ven otra opción» que meterse en grupos armados o en el tráfico de drogas.
Muchos de estos jóvenes no pueden estudiar por los continuos ataques a escuelas, en ocasiones ocupadas por los grupos armados para sus propósitos y los reclutamientos forzados de niños y adolescentes, lo que resulta en una suma de casi 30.000 estudiantes que se han visto afectados desde 2022, según el NRC.
«Los grupos armados robaron sus casas, sus medios de transporte y sus vidas», apunta Egeland, que expresa que ahora están desplazados y completamente olvidados por el resto de occidente, a excepción de EE.UU., «el único donante de cierto peso en Colombia».
Sin embargo, el secretario puntualiza que lo que quiere EE.UU. es prevenir la migración, mientras que desde su ONG lo que pretenden es aportar alternativas positivas a esas olas de gente que huye de su país sin esperanzas de volver.
El secretario general del NRC visitó Colombia durante la última semana, en la que se reunió con comunidades que habitan las zonas de conflicto armado o que se han visto obligadas a desplazarse por el mismo.