Aunque cada vez son menos, quedan jóvenes en las comunidades altoandinas de Perú que se dedican a trabajar la tierra como sus antepasados. Ahora quieren ir más allá del campo y enseñan en colegios los beneficios de una buena alimentación, mientras sueñan con exportar sus productos ecológicos al mundo.
En un cultivo de maca, uno de los conocidos como superalimentos andinos por sus nutrientes, un grupo de jóvenes de entre 25 y 35 años hablan sobre cómo en los últimos años han cambiado la percepción de lo que es ser agricultor en la comunidad de Zunipampa, a 4.200 metros de altitud y ubicada Huancavelica, en el corazón de los Andes peruanos.
«Quizás antes no tomábamos esa importancia, pero ahora que nosotros conocemos lo bonito que es trabajar en el campo, nos estamos motivando y motivamos a más jóvenes», cuenta a EFE Magdalena Pariana, de 28 años.
Pertenecen a una red de jóvenes que fue promovida en 2021 por el programa Agrodiversidad del Ministerio de Ambiente, que buscaba precisamente incentivar el desarrollo en el medio rural.
«Hay pocos jóvenes hoy en día en nuestros, en nuestros campos. No saben y ya no cultivan y nosotros estamos revalorando y motivando a varios jóvenes para que se sumen a esta red», dice al enseñar en su celular un video que han difundido en redes sociales sobre su trabajo.
Eduardo Huarcaya dice que la red de jóvenes permite que se apoyen entre ellos, se agrupen para sembrar y cosechar y junten sus productos para su posterior venta. Y que ya son varios grupos como el suyo en varias regiones andinas del país.
«Lo que más me motiva es cuando nosotros empezamos a trabajar con las instituciones educativas, con los biohuertos escolares y enseñar a los niños la buena alimentación», cuenta Pariana al explicar que su trabajo no se queda en el campo.
Además, acuden a puestos de salud para incidir sobre este tema y cuenta que recomiendan qué alimentos deben consumir los niños que padecen anemia, que comenta es muy común entre la infancia.
El promedio nacional de la anemia es del 40 % entre los niños de 6 meses a 3 años, con mayor presencia en las regiones andinas. En Huancavelica, esta cifra llega al 54,2 %, según cifras del Instituto Nacional de Salud.
Proteger la tradición
Al preguntarles lo más duro de trabajar en el campo, su respuesta no son los sacrificados horarios o los dolores físicos, todos coinciden en que lo peor son las sequías, cada vez más frecuentes por el cambio climático.
Para evitar esto, desde hace meses plantan ichu, un pasto silvestre común en la zona que ayuda a la filtración de agua y llenar así de forma natural las lagunas.
Cuentan que están volviendo a plantar variedades de papas que ya estaban desapareciendo en la zona, «pues ya no se cultiva como lo hacían sus antepasados».
«Nos enseñan nuestros padres o nuestros abuelos cómo se siembra, porque justamente ya se estaban perdiendo las variedades de las papas (…) Estamos rescatando nuestros productos», añade Huarcaya, que dice que también siembran habas, ollucos y mashuas, que son tubérculos típicos de los Andes, maíz y palta (aguacate).
El grupo de jóvenes comienza a cosechar maca, la raíz de una planta herbácea con aspecto de rábano que crece por encima de los 5.000 metros de altura.
Este vegetal se tritura y es un típico desayuno en gran parte de Perú, donde es conocido por aumentar la energía y ser estimulador sexual. Varios estudios científicos afirman que es una gran fuente de calcio, fibra y antioxidantes.
Pasar al siguiente nivel
Sostienen que les gustaría expandir el consumo y exportación de estos productos porque son conscientes de los problemas de alimentación que tienen los peruanos y, para hacerlos más atractivos, buscan preparar con ellos gelatinas o mermeladas.
Explican orgullosos que sus cultivos no tienen químicos y que todo lleva sello ecológico, algo que saben que tiene un gran valor agregado.
Conversan entre ellos sobre las próximas ferias a las que llevarán sus vegetales y con la boca pequeña hablan del sueño compartido: crear una cooperativa para que sus vegetales para obtener un precio justo y exportarlos.
«A veces por no hay trabajo, los jóvenes se van a la ciudad, ya poco quedamos en la comunidad, no los que quedamos, pero ahí estamos, luchando con agricultores, con nuestros productos nativos«, dice Huarcaya a modo de despedida.