Los frutos silvestres de los bosques del Chaco de Bolivia como el algarrobo, el mistol, las nueces o el joco se transforman en helados, harinas, barras energéticas y yogures, entre otros alimentos, por iniciativa de las comunidades guaraníes y de estudiantes de un instituto tecnológico en la región sureña de Chuquisaca.

El municipio de Monteagudo, situado a unos 300 kilómetros de la ciudad de Sucre, la capital constitucional de Bolivia y de Chuquisaca, acoge estas iniciativas de la Capitanía Apiaguaiki Tumpa y el Instituto Tecnológico Superior Monteagudo.

Los guaraníes bolivianos están organizados territorialmente en capitanías que agrupan a las comunidades.

Por ejemplo, la Capitanía Apiaguaiki Tumpa, situada en Monteagudo, está compuesta por las comunidades Ñaurenda, Itapenti, Casapa, Cañadillas e Iboperenda, explicó a EFE su ‘mburuvicha guasu’ o máxima autoridad, Federico Gutiérrez.

Estas comunidades conocían desde siempre sobre las bondades de los frutos silvestres chaqueños y añoraban tener una pequeña empresa para procesarlos, indicó.

«Tanto era el sueño de poder trabajar, tener una mini empresa e ir creciendo y poco a poco se ha hecho realidad», expresó.

Así fundaron en 2021 la Organización Económica Comunitaria (Oecom) Amandiya Monteagudo, en la que elaboran productos agroecológicos mediante planes de manejo sostenible del bosque chaqueño.

 

Entre los frutos que se aprovechan están el algarrobo, una vaina larga con semillas duras en su interior con la que elaboran harina y api, una especie de mazamorra; el mistol, un fruto parecido a los granos de café que transforman en mermelada; y el joco, parecido a una calabaza, con el que también hacen jaleas.

Uno de los productos estrella de Amandiya son los helados ecológicos de algarrobo, guayaba, sahuinto, mistol y joco.

La sede de la Oecom está en la sede de la capitanía en Monteagudo y se adaptó la planta baja de la casa para el procesamiento y elaboración de los productos.

Esto fue posible con apoyo de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que también facilitó la capacitación técnica de los emprendedores, destacó Gutiérrez.

El aprovechamiento de los frutos silvestres se hace «con respeto», porque «sí o sí» tienen que «dejar semilla para que nazca de vuelta» la planta, indicó el ‘mburuvicha guasu’.

«Tenemos en las comunidades nuestros sabios, nosotros les decimos arakuaiya, ellos no nos dejan en cualquier día ir y manipular nuestros frutos silvestres», comentó.

 

Desde la academia

El apoyo de la FAO a los guaraníes se enmarca en el proyecto ‘Fortalecimiento de la Gestión Integral y Sostenible de la Biodiversidad y los Bosques por parte de los Pueblos Indígenas y las Comunidades Locales en Ecosistemas Frágiles de los Bosques Secos del Chaco boliviano‘, que se ejecuta junto al Ministerio de Medio Ambiente y Agua.

El proyecto tiene el nombre abreviado GEF Chaco porque es financiado por el Fondo para el Medio Ambiente Mundial (GEF, en inglés).

El plan promovió además el apoyo mutuo entre los indígenas y el Instituto Tecnológico Superior Monteagudo, dependiente del Ministerio de Educación, cuya carrera de Industria de Alimentos ha dado pasos para industrializar los frutos silvestres y otros productos locales, explicó a EFE su directora académica, Yolanda Paniagua.

«Lo que buscamos como carrera es dar un valor agregado a estos frutos que cultiva el pueblo guaraní y también otras familias campesinas en la región del Chaco», destacó.

Así, los estudiantes del instituto han desarrollado diversas recetas en base a estos productos, midiendo las proporciones exactas para, además, resaltar sus valores nutritivos.

Dentro de la coordinación con las comunidades guaraníes, el instituto tiene tres productos que se elaboran con frutos silvestres y otros alimentos locales, como la miel de abeja.

Éstos son un postre tipo flan hecho a partir de una especie de puré de calabaza y camote o batata, una barra energética elaborada con mistol, harina de algarrobo, nueces y miel, y un yogurt «aflanado» saborizado con mistol y nuez de castilla, conocida en la zona como «monococo», detalló Paniagua.

El instituto espera que las comunidades y los emprendedores de la región «puedan tomar en cuenta estos productos e incluirlos» en sus cadenas productivas, agregó.