Martina Oppelli, una arquitecta italiana de 49 años con esclerosis múltiple progresiva, pide su derecho al acceso al suicidio asistido y ha denunciado a un centro médico de Trieste que rechazó su petición. Mientras empeora su enfermedad, alega que la denegación supone un tipo de «trato inhumano» y «tortura de Estado».

El suicidio asistido solo está permitido en ciertas circunstancias en Italia por una sentencia del Tribunal Constitucional de 2019. Este «legalizó el proceso, pero sólo bajo condiciones de salud concretas de las personas». Ante ello, «falta una ley nacional que regule la ayuda a la muerte voluntaria», dice la Asociación Luca Coscioni, que lucha para regular una ley de eutanasia y lleva el caso de Oppelli.

La entidad presentó este viernes una denuncia en su nombre contra el centro Compañía Sanitaria Universitaria Giuliano Isontina de la ciudad de Trieste, en el norte del país, después de que la solicitud para el suicidio asistido de Oppelli fuera rechazada por el centro.

«Pese a un claro empeoramiento de su estado de salud y de una orden del Tribunal de Trieste que exigía un nuevo examen médico», el centro sanitario «negó su acceso a la muerte voluntaria» e «ignoró» el fallo judicial al respecto. Todo esto «condena a Martina a continuar en un sufrimiento sin fin», denuncia la organización.

Las negativas «son injustificadas» y «semejante conducta socava la dignidad de Oppelli, forzada a sufrir tratos inhumanos y degradante» y «condenada a verdaderas torturas de Estado«, añadió la entidad.

«Martina depende totalmente de maquinaria, medicinas y asistencia continua para sus funciones vitales» y cumple las condiciones para acceder al suicidio asistido, pero el centro médico de Trieste ya rechazó hace meses su primera petición, cuenta la Asociación Luca Coscioni.

El suicidio médicamente asistido se puede aplicar en Italia según cuatro requisitos: «La persona debe ser capaz de decidir por sí misma, estar afectada por una patología irreversible, que esta sea una fuente de sufrimiento físico o psicológico que considera intolerable y que dependa de tratamientos de soporte vital«, condiciones que se cumplen para Oppelli, explica la organización.

Según recalca, Oppelli también debe usar una máquina para regular la tos, sin la cual se arriesga a morir sofocada.

Su caso puso estos días el tema del suicidio asistido en los titulares de la prensa de Italia. Es un asunto que genera fuerte debate y causa conflicto con la derecha, que se opone a la eutanasia.

«Es una pesadilla», dijo Oppelli sobre su situación este miércoles en una entrevista con la agencia oficial de noticias italiana Ansa.

«Es doloroso, dejadme ir», clamó la enferma de esclerosis, que lamentó llevar casi un cuarto de siglo padeciendo una enfermedad degenerativa que le dejó en silla de ruedas, casi sin movilidad y sujeta a fuertes dolores y achaques que cada vez se agravan más.

Oppelli afirmó «contemplar siempre» la opción de ir al extranjero en caso de no poder proceder con el suicidio asistido en Italia, como hicieron otras personas en el pasado. Inició el proceso hace tiempo, pero asegura que le es incluso «difícil imaginarse cómo emprender el viaje» ante su mal estado de salud actual y su dependencia.

En noviembre de 2023, una mujer de 55 años con esclerosis múltiple secundaria progresiva murió en su casa tras autoadministrarse un fármaco letal. Antes hubo otras personas a quién Italia permitió la muerte voluntaria, pero esta fue la primera asistida completamente por el sistema sanitario público italiano, como aspira Oppelli.