El Amazonas, considerado el río más grande del mundo, enfrenta una crisis sin precedentes: sus niveles de agua han alcanzado mínimos históricos debido a sequías consecutivas impulsadas por el cambio climático. En diversas secciones, el caudal del río ha caído hasta 25 pies por debajo de la media habitual para esta época del año, según datos del Servicio Geológico de Brasil.
La sequía ha transformado el Amazonas en un estrecho canal de agua, con zonas que apenas alcanzan unos pocos pies de profundidad. Este fenómeno ha complicado la vida de comunidades ribereñas, limitando su acceso a servicios esenciales como la educación y la atención médica. En el estado de Amazonas, la situación es tan crítica que se prevé que las máquinas de votación para las elecciones locales deban ser transportadas por aire a comunidades aisladas.
El caos del transporte se extiende a Manaus, un importante centro manufacturero. La falta de agua ha dificultado el atraque de barcos de carga, lo que ha llevado a las empresas a construir muelles flotantes para garantizar el suministro de mercancías. Según Ayan Santos Fleischmann, hidrólogo del Instituto Mamirauá, «sin los ríos, hay casi ninguna forma de navegar por el Amazonas».
Frente a esta emergencia, el gobierno brasileño ha decidido dragar el río, una medida que, aunque rara vez se ha implementado en el pasado, se llevará a cabo de manera continua durante los próximos cinco años. El objetivo es asegurar que las personas y los bienes puedan transitar a través de la selva, incluso en tiempos de sequía. «En algunos lugares, podemos ver prácticamente la vegetación en la superficie del río», explica Fabricio de Oliveira Galvão, director del Departamento Nacional de Infraestructura de Transporte.
Sin embargo, la decisión de dragar ha generado preocupaciones ambientales. Algunos científicos advierten que esta intervención podría alterar los ecosistemas acuáticos, exponiendo a la vida marina a depósitos de mercurio que se han acumulado en los sedimentos. Adalberto Luis Val, biólogo del Instituto de Investigación de la Amazonía, destaca que «manipular este sedimento es como jugar con toda una historia».
La sequía también ha hecho que las lluvias sean menos frecuentes, y la temporada seca se ha alargado un mes en comparación con la década de 1970. Investigadores atribuyen esta tendencia al cambio climático y la deforestación, que han debilitado la capacidad de la selva para retener humedad y sombra.
A pesar de las preocupaciones, la noticia del dragado es recibida con esperanza en comunidades como Tauary, donde la sequía ha dejado a sus 35 familias aisladas. Maria de Fátima Servalho Celestino, residente del pueblo, comenta: «Aquí, los ríos son nuestras calles. Con la sequía, no podemos ir a la ciudad a comprar agua o medicina».
La acción del gobierno brasileño representa una respuesta urgente a un desafío creciente, pero los expertos advierten que se requieren soluciones más sostenibles a largo plazo. «Construir más pozos de agua e instalar sistemas de recolección de lluvia podría preparar mejor a las comunidades remotas para sequías más frecuentes», concluye Bernardo Flores, investigador de la Universidad Federal de Santa Catarina.
La crisis en el Amazonas no solo pone en riesgo a las comunidades locales, sino que también resalta la necesidad urgente de enfrentar el cambio climático y sus consecuencias devastadoras en uno de los ecosistemas más importantes del planeta.