La lucha de casi 14 años del régimen de Bashar al-Assad por mantenerse en el poder llegó a su fin. Rusia anunció su salida del país, mientras que los rebeldes proclamaron el fin de «50 años de opresión» en Siria, marcando el inicio de una nueva era para el país.
El final de Assad contrasta con su llegada al poder en 2000, cuando fue visto como un posible reformador tras la muerte de su padre, Hafez al-Assad. Sin embargo, en 2011, las protestas contra su régimen se transformaron en una brutal guerra civil. Assad recurrió a tácticas violentas, como bombardear ciudades y emplear la tortura, en un conflicto que causó la muerte de casi medio millón de personas y desplazó a la mitad de la población siria.
Aunque parecía que Assad estaba consolidando su control en los últimos años, la situación cambió rápidamente a finales de noviembre con una ofensiva de la oposición. Con el colapso de las fuerzas gubernamentales y la falta de apoyo por parte de sus aliados, Assad abandonó el país, poniendo fin al régimen familiar que duró casi 54 años.
La caída de Assad sume a Siria en una gran incertidumbre, ya que no existe un sucesor claro. La guerra en Siria, que comenzó como una revuelta pacífica, ha dejado cicatrices profundas en la sociedad y en el paisaje político del país.