El pasado 18 de marzo, los astronautas Butch Wilmore y Suni Williams regresaron a la tierra luego de permanecer nueve meses varados en la Estación Espacial Internacional (EEI) y ahora enfrentan el reto de recuperarse físicamente tras 286 días en el espacio.

La misión de los estadounidenses inició el pasado 5 de junio de 2024; ellos fueron parte del primer vuelo tripulado en la cápsula Starliner de Boeing. El plan era permanecer ocho días, completar pruebas clave del vehículo y volver; sin embargo, fallos en los propulsores y el sistema de helio de la cápsula los dejó a la deriva.

Este vuelo se convirtió en uno de los más prolongados en la historia espacial. Además, el mundo entero quedó a la expectativa del rescate durante muchos meses.

Aunque Butch y Suni ya están de vuelta, su travesía de salud apenas inicia; y es que en ese tiempo sus cuerpos vivieron transformaciones que desafían la lógica terrestre.

Uno de los principales inconvenientes es caminar, pues sus pies se suavizaron como los de un bebé. Por otra parte, sus corazones se hicieron más esféricos.

Debido a que flotaron por meses sin luchar con la gravedad, sus músculos dejaron de trabajar con intensidad; según la NASA, incluso con rutinas diarias de dos horas, los astronautas pierden masa muscular de forma acelerada.

Asimismo, los huesos pierden densidad mineral, lo que se traduce en una fragilidad que no siempre se revierte del todo.

Astronautas deben rehabilitarse

Los astronautas deberán pasar por un largo programa de rehabilitación; para empezar, se sometieron a cuarentena y comenzaron un proceso de evaluación médica. Con esta los ayudarán a recuperar la propiocepción, que es la capacidad del cuerpo para ubicarse y mantener el equilibrio en el espacio físico. Si bien el ajuste suele tomar unos días, expertos señalaron que, después de tanto tiempo en el espacio, podrían durar semanas.

La readaptación no es solo muscular y ósea. También hay cambios en la visión, provocados por el desplazamiento de fluidos corporales hacia la cabeza, que genera presión sobre el nervio óptico y modifica la forma del ojo. Esta condición se conoce como síndrome neuroocular asociado a los vuelos espaciales, y puede generar desde visión borrosa hasta daños permanentes.

Los astronautas también se enfrentan a la radiación espacial. Lo anterior, porque la exposición a esta es significativamente mayor que en la superficie del planeta.

Caso aparte es el comportamiento y la salud mental; y es que el entorno donde se encontraban es cerrado y controlado; además de que no hay privacidad. En tanto, la fatiga, alteraciones del sueño y estrés dejan secuelas psicológicas.

Por su parte, su sistema inmunológico también habría sufrido cambios, pues la dieta limitada y la falta de estímulos externos pueden debilitarlo.