El consumo de fentanilo en México, especialmente en Tijuana, refleja una crisis social y estructural profunda. Según el estudio «Tijuana White: drogas, cultura y desesperanza en tiempos del fentanilo» del Colegio de la Frontera Norte, esta droga es una manifestación visible de la desesperación. Afecta a poblaciones vulnerables, como migrantes, deportados y trabajadores en condiciones precarias.
El informe de Rafael Alarcón Medina y Jaime Adrián Rivas Valenzuela explica que el consumo de fentanilo no es consecuencia de malas decisiones personales. Más bien, es el resultado de la falta de oportunidades, empleos dignos y desarraigo social. La investigación destaca que las difíciles condiciones de vida en la frontera norte, junto con la violencia, impulsan el uso de esta droga como un escape a una realidad desesperanzadora.
Fentanilo, una droga de la desesperación
El aumento del consumo de fentanilo está estrechamente relacionado con la violencia estructural, la falta de acceso a servicios básicos y la creciente marginalización social. Las poblaciones más afectadas incluyen a migrantes en tránsito, personas deportadas y trabajadores de maquilas, quienes enfrentan un ciclo de explotación y desintegración social. Además, la falta de acceso a servicios de salud adecuados en muchas ciudades, como Tijuana, agrava aún más la situación.
La investigación también apunta a la escasa presencia de programas institucionales que puedan abordar la crisis de manera efectiva. A pesar de las alarmantes cifras de muertes por fentanilo, las autoridades no cuentan con los recursos necesarios para identificar y tratar de manera adecuada los casos relacionados con esta sustancia.
Un problema de salud pública y seguridad
El fentanilo, antes visto como una amenaza asociada a redes de narcotráfico transnacionales, ahora es un grave problema local. Los cárteles mexicanos, como el de Sinaloa y el Jalisco Nueva Generación, están involucrados en su producción y distribución. En la calle, se vende bajo nombres como «Apace», «China Girl» y «Goodfellas». Además, la droga ha llegado a otros países latinoamericanos.
En 2022, el Servicio Médico Forense de Tijuana reportó 691 muertes con fentanilo. Esta cifra contradice los informes previos y revela una realidad más compleja de lo estimado. Además, la falta de programas eficaces para identificar la relación entre estas muertes y el consumo de fentanilo agrava la crisis.
La visión errónea de las campañas de prevención
El estudio concluye que las campañas de prevención, como «En el mundo de las drogas no hay final feliz»,; no abordan la raíz del problema. Según los autores, las personas no eligen el camino hacia la muerte por falta de información. Lo hacen porque sienten que sus vidas ya no tienen valor. Las campañas, en lugar de tratar el problema, alimentan un discurso que deshumaniza a los adictos. Esto los convierte en un espectáculo.