En una tienda de campaña infestada de moscas en Gaza, Iman Rajab tamiza una y otra vez los grumos de harina que rescató de un basurero. A pesar de estar contaminada y llena de plagas; esa harina representa su única opción para alimentar a sus seis hijos. “Vomitan después de comerlo, huele fatal”, confiesa. “¿Pero con qué más los alimento?”.

Rajab es una entre cientos de miles de padres que enfrentan la desnutrición y el hambre en Gaza, enclave palestino sometido a un asedio total por parte de Israel desde hace casi dos meses. En ese periodo, ningún camión con ayuda humanitaria ni productos comerciales ha podido ingresar. Israel asegura que la medida busca presionar a Hamas para liberar rehenes, pero organismos internacionales acusan al gobierno israelí de usar el hambre como arma de guerra; lo que constituye un crimen según el derecho internacional.

Las consecuencias son devastadoras

El Programa Mundial de Alimentos reporta almacenes vacíos y comedores sociales con reservas mínimas. La harina cuesta hasta 100 dólares y la desnutrición infantil se dispara; más de 3,700 casos agudos fueron registrados el mes pasado.

Usama al-Raqab, de cinco años, pesa apenas 9 kilos. Su madre lo carga a todas partes. “Camina solo al baño, nada más”, relata. Su piel se adhiere a los huesos y cada movimiento le provoca dolor.