En América Latina y el Caribe, los efectos combinados de fenómenos climáticos como huracanes, sequías prolongadas, inundaciones extremas y El Niño, aunados a las tensiones económicas, han aumentado la vulnerabilidad de millones de personas.

Así lo alertó un informe del Programa Mundial de Alimentos (PMA), de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), que destacó que, en dichas zonas, casi 41 millones de personas padecen hambre. De ellas, 14.2 millones deben ser priorizadas para recibir asistencia directa.

Países del Corredor Seco de Centroamérica, como Honduras, Guatemala y El Salvador, han experimentado pérdidas de cosechas varias veces en los últimos años, dejando a comunidades rurales con reservas mínimas y una creciente dependencia de la asistencia alimentaria.

Por su parte, en el Caribe, las crisis climáticas afectan en particular a Haití, un país que enfrenta un grave deterioro de la seguridad y una escasez crónica de alimentos básicos.

En tanto, regiones agrícolas de Bolivia, Perú, Paraguay y Argentina han registrado pérdidas por inundaciones o sequías, mientras que millones de migrantes y refugiados venezolanos continúan requiriendo asistencia humanitaria para acceder a alimentos y servicios esenciales.

Debido a ello, la reducción de fondos internacionales representa un riesgo directo, ya que la disminución de la capacidad operativa del PMA podría afectar programas de transferencias monetarias, distribución de alimentos, nutrición infantil y fortalecimiento de capacidades locales, que en muchos países han sido clave para amortiguar los impactos de la crisis alimentaria.