El Papa Francisco instó a los líderes de Europa a redescubrir la solidaridad, el mejor antídoto contra populismos modernos, y lamentó que el “viejo continente” haya olvidado su lucha por derribar muros del pasado.
En medio de un fuerte operativo de seguridad, Francisco recibió la tarde de este viernes en audiencia a los jefes de Estado de los 27 países de la Unión Europea (UE), quienes se encuentran en Roma para participar en los actos por el 60 aniversario de la firma de los tratados que dieron origen al bloque europeo.
En un largo discurso pronunciado en italiano en la Sala Regia del Palacio Apostólico Vaticano, el pontífice animó a los líderes europeos a recuperar los valores que impulsaron a los padres fundadores de la unión, para afrontar las crisis del mundo moderno.
Urgió a Europa a encontrar de nuevo la esperanza en la solidaridad, que incluye estar concientes que todos forman parte de un solo cuerpo en el cual, si uno sufre, todos sufren.
“Los populismos, al contrario, florecen precisamente por el egoísmo, que nos encierra en un círculo estrecho y asfixiante y no nos permite superar la estrechez de los propios pensamientos ni mirar más allá”, sostuvo.
Por eso, pidió volver a pensar en “modo europeo”, para conjurar el peligro de una gris uniformidad que significaría el “triunfo de los particularismos”. A los políticos los llamó a evitar el uso de las emociones para ganar consenso y promover un cambio solidario.
“Hoy la Unión Europea tiene necesidad de redescubrir el sentido de ser ante todo comunidad de personas y de pueblos, conciente de que el todo es más que la parte, y también es más que la mera suma de ellas, y por lo tanto hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos”, siguió.
“Por eso, también nosotros lloramos con el Reino Unido por las víctimas del atentado que ha golpeado en Londres hace dos días. La solidaridad no es sólo un buen propósito: está compuesta de hechos y gestos concretos que acercan al prójimo, sea cual sea la condición en la que se encuentre”, añadió.
El pontíficie recordó que, para los padres fundadores, Europa no era un conjunto de normas qué cumplir o un manual de protocolos a seguir, sino una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad trascendente, no como un conjunto de derechos que hay que defender o de pretensiones qué reclamar.
Llamó a enfrentar a las “fuerzas centrífugas”, y rechazar la tentación de reducir a la unión a meras exigencias productivas, económicas y financieras.
El Papa señaló que cuando fueron firmados los Tratados de Roma, en 1957, el mundo conocía bien el drama de los muros y de las divisiones, se tenía muy clara la importancia de trabajar por una Europa unida y abierta, y de esforzarse todos juntos por eliminar esa barrera artificial que, desde el Mar Báltico hasta el Adriático, dividía el Continente.
“¡Cuánto se ha luchado para derribar ese muro! Sin embargo, hoy se ha perdido la memoria de ese esfuerzo. Se ha perdido también la conciencia del drama de las familias separadas, de la pobreza y la miseria que provocó aquella división”, apuntó.
Lamentó que en el mismo lugar que por generaciones se aspiraba a ver caer los signos de una enemistad forzada, ahora se discute por dejar fuera los “peligros”, a comenzar por la larga columna de mujeres, hombres y niños que huyen de la guerra y la pobreza, que sólo piden tener la posibilidad de un futuro para ellos y sus seres queridos.
Advirtió que no existe verdadera paz cuando hay personas marginadas y forzadas a vivir en la miseria, donde falta el trabajo o la expectativa de un salario digno ni tampoco existe paz en las periferias de las ciudades, donde abunda la droga y la violencia.
“Europa volverá a encontrar esperanza cuando se abra al futuro. Cuando se abra a los jóvenes, ofreciéndoles perspectivas serias de educación, posibilidades reales de inserción en el mundo del trabajo”, dijo.
“Cuando invierta en la familia, que es la primera y fundamental célula de la sociedad. Cuando respete la conciencia y los ideales de sus ciudadanos. Cuando garantice la posibilidad de tener hijos, con la seguridad de poderlos mantener. Cuando defienda la vida con toda su sacralidad”, ponderó.
Al final, el Papa saludó uno por uno a los jefes de Estado; luego, todos se trasladaron a la Capilla Sixtina donde se tomaron la foto oficial.