Buenos Aires.- La violencia que aqueja hace décadas al futbol argentino se profundizó este año y dejó un saldo de seis muertos, la vergonzosa suspensión de la Copa Libertadores y frecuentes enfrentamientos en los estadios.

El pasado 24 de noviembre, el futbol del país sudamericano volvió a ser noticia mundial por el peor motivo: la esperada e histórica final de la Copa Libertadores entre River Plate y Boca Juniors se posponía porque los jugadores xeneizes habían sido atacados.

En un fallido operativo que todavía ninguna autoridad ha esclarecido, el autobús que llevaba a los jugadores de Boca avanzó sobre una esquina en la que estaban los hinchas de River, quienes comenzaron a aventar piedras y botellas.

Los policías que custodiaban a Boca no tuvieron mejor idea que lanzar gases lacrimógenos, que terminaron afectando a los jugadores, algunos de los cuales tuvieron que ser llevados de urgencia a un hospital.

Después de días de idas y vueltas, de quejas y contradicciones, la final se mudó a Madrid, España, donde River se coronó campeón con un sabor amargo, porque la violencia y las mafias del futbol en las que participan dirigentes deportivos y políticos habían frustrado la gran fiesta deportiva que se esperaba en Buenos Aires.

El episodio dio la vuelta al mundo, pero sólo fue una muestra más de la larga descomposición que padece el futbol argentino, que ya acumula 328 muertos a lo largo de su historia y en el que predominan los “barra bravas”, los violentos grupos de choque patrocinados por los propios clubes.

La asociación civil Salvemos al Futbol, que lleva un pormenorizado recuento de la violencia en las canchas locales, detalló las seis muertes que convierten al 2018 en uno de los años más violentos para este deporte en este país.

El 12 de febrero, Darío Hernán Chacón, de 23 años, fue asesinado de una puñalada en la previa del partido entre Huracán y Unión de Villa Krause de San Juan, en el estadio General San Martín, y sus amigos declararon que el ataque fue en la tribuna.

Un par de meses más tarde, Martín “Chino” Ojeda falleció en el Hospital Vélez Sarsfield después de recibir un tiro en la cabeza tras un enfrentamiento entre dos facciones del Club All Boys.

El 6 de octubre, Amílcar Javier Leguizamón, de 38 años e hincha del Club Atlético Unión, recibió dos disparos desde una moto en las inmediaciones del club.

Ese mismo mes, Matías Diarte, de 28 años e hincha de San Martín de Tucumán, murió por complicaciones de la fractura que había sufrido en su pierna al ser atacado por hinchas de Boca Juniors en la previa del encuentro que ambos equipos jugaron por Copa Argentina el 7 de septiembre.

La tragedia volvió a hacerse presente el 3 de noviembre, cuando Javier Luis Cabrera, de 22 años e hincha del Club Atlético Unión, recibió dos balazos dentro de las instalaciones del club luego del partido ante Patronato de Paraná.

Al día siguiente, Martín González, de 20 años, falleció al recibir una pedrada en la cabeza durante un enfrentamiento entre facciones de la barra brava de Gimnasia y Esgrima de Jujuy, luego del partido ante Deportivo Morón.

Las muertes reflejan las consecuencias extremas de una violencia que este año también incluyó un tiroteo entre los “barra bravas” de Platense, un enfrentamiento en el que los “barras” de All Boys hicieron retroceder a la Policía, más las frecuentes tensiones entre grupos rivales que impiden que los partidos se lleven a cabo con público visitante.