En torno a las adicciones digitales, según datos de Manuel Fuentes, director de la Fundación Candeal Proyecto Hombre, éstas han ido “in crescendo” al menos así lo observan en este organismo creado para ayudar a las personas con alguna dependencia.

            “Hemos visto de forma notable ese cambio, hace años solo venían a nuestra fundación gente con adicciones al hachís y al cannabis… ahora cada vez vienen más familias con sus hijos porque tienen un abuso de las nuevas tecnologías”,  subrayó Fuentes.

El año pasado, la Fundación Candeal Proyecto Hombre, que tiene sede en Burgos, recibió más de 600 casos de personas con adicciones a las nuevas tecnologías “llegan bajo el auxilio del proyecto joven” al menos un 24.24 por ciento.

            “Acuden de todas franjas de edad, de 12 a 21 años es la de mayor porcentaje, pero los hay igualmente de 15 a 17 años; algunos vienen con su familia”, añadió el directivo.

Hace años, me explicó Fuentes, que echaron a andar un programa llamado Ariadna que trabaja en la  prevención y el tratamiento de los problemas de conducta derivados de los abusos de las TICS (Tecnologías de información y de comunicación).

          “Lo tenemos desde 2006 cuando detectamos las primeras manifestaciones, problemas emergentes de gente que no podía despegarse de jugar con videojuegos  o de navegar por Internet”, especificó el activista de derechos humanos.

¿Por qué está siendo tan acucioso? Para Fuentes deriva de  una combinación de factores: “Ante todo, el uso y abuso de las redes sociales, es  un problema muy real, para nosotros interrumpe el desarrollo de maduración de un adolescente que no logra desapartarse de las mismas; al volverse adicto posterga su proceso de emancipación”.

Las TICS, insistió, vienen con un aura de modernidad pero “no debemos olvidar que son un arma de doble filo, sobre todo para los jóvenes” hay un problema concomitante que suele venir con problemas familiares.

¿Qué hay que hacer? Para Fuentes, la fórmula pasa por una labor de prevención con los chicos y chicas y sus familiares y explicarles el uso adecuado de la sociedad de la información… porque además, no se puede vivir al margen.

            “Tienen su lado positivo porque facilitan las relaciones laborales, pero está su lado negativo, lo que está aconteciendo con las redes sociales allí es donde sucede el perjuicio mayor porque están siendo usadas para la calumnia fácil”, indicó.

Las redes sociales se están llenando de basura, en ese universo infinito descargan su frustración y escasa tolerancia al fracaso  tanto ex novios, ex novias, ex maridos, ex esposas… ex desempleados… y otras voces que al calor del despecho fácil levantan acusaciones que no son capaces de denunciar directamente  ante un ministerio público, porque el golpe de efecto que buscan crear es el escarnio y el linchamiento social.

La difamación hace mucho daño, en España indica Fuentes, hay un dicho que dice “calumnia que algo queda”, y en ese maremoto en Internet “el anonimato hace que las personas sean más incisivas… más dañinas”.

“El clic tiene un efecto real,  es mucho más potente que si lo dijeran directamente a la cara del acusado o señalado en Internet; y lo hacen para dañar su historial, desde un punto de vista humano el golpe de efecto en las redes sociales es mucho mayor y a mí me parece que esa impunidad debe terminar”, esgrimió Fuentes.

¿Qué está fallando? Fuentes me dijo que básicamente falta preparación, formación, educación y enseñar a las personas y a las familias que “somos inmigrantes digitales, cómo educar a nuestros hijos para no depender de las redes sociales, usarlas adecuadamente,  y  no provocar socialmente ningún daño”. Hay que dar una formación muy buena.

¿Cómo se lucha contra el daño moral? Para él lamentablemente la realidad va por delante de la legislación, de la justicia y los programas educativos, nos ha rebasado… las manifestaciones hirientes en las redes sociales no pueden quedar en  la impunidad y menos en un momento en que tenemos en España la Ley de Protección de Datos y Garantía  de los Derechos Digitales.

Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales