El Gobierno de Uganda ha confinado el campamento de refugiados de Kyangwali, en el oeste del país, uno de los más grandes del continente, tras registrar al menos 74 infecciones de coronavirus y un muerto, una medida que preocupa a sus residentes, temerosos de perder sus medios de subsistencia.

«Como respuesta al aumento de contagios de COVID-19, las actividades y los movimientos están restringidos dentro del campamento de Kyangwali«, confirmó hoy a Efe la responsable de relaciones externas del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), Wendy Daphne Kasujja.

Kyangwali es uno de los campamentos de refugiados más poblados de África, con más de 123.000 habitantes procedentes de la República Democrática del Congo (RDC), Sudán del Sur, Ruanda, Burundi, Kenia, Somalia y Sudán.

“Estamos preocupados”, dijo a Efe Jonathan Nabasa, un refugiado congoleño de 42 años, residente en Kyangwali. “Por un lado, la enfermedad nos da miedo. Por otro lado, no sabemos cómo alimentaremos a partir de ahora a nuestros familiares”.

Sin embargo, Kasujja aseguró a Efe que, incluso durante este confinamiento, “las actividades críticas que salvan vidas no se detendrán en el asentamiento y seguiremos brindando asistencia a las personas más vulnerables”.

PÁNICO ENTRE LOS REFUGIADOS

Rebeca Noel (26 años), una refugiada congoleña, reconoce que para ella la COVID-19 no era más que una amenaza lejana hasta que las autoridades detectaron los primeros casos dentro del campamento de Kyangwali a finales de julio.

“Conocíamos la enfermedad por los programas de radio y las redes sociales. Todo el mundo hablaba sobre ella. Pero creíamos que solamente afectaría a Kampala (la capital de Uganda) y a otras ciudades grandes”, dijo Noel a Efe.

Esta madre de dos niños ahora mira el futuro con preocupación, pues sabe que no puede depender únicamente de las donaciones de ACNUR.

ACNUR nos entrega 23.000 chelines (5,26 euros) mensuales por persona. Eso no es suficiente para comer todos los días”, lamentó Noel. “Antes del confinamiento solía viajar a otros pueblos vendiendo zapatos o relojes. Así ganaba un poco más de dinero. Pero ahora es imposible. No sé qué voy a hacer…”, añadió.

Sin embargo, a pesar de la progresión de la COVID-19 y la incertidumbre a causa del confinamiento, Noel no ha pensado en ningún momento regresar al Congo: “No he olvidado el horror de la guerra”, manifestó Noel. “Aunque era una niña cuando me refugié en Uganda con mis padres, aún recuerdo los cadáveres tirados en la carretera y el ruido de los disparos. No… no puedo volver allí”.

Uganda es el quinto país del mundo que acoge a más refugiados, con 1,4 millones asilados dentro de sus fronteras, procedentes sobre todo de Sudán del Sur (882.031 refugiados) y la República Democrática del Congo (418.258).

En palabras de ACNUR, Uganda tiene uno de los modelos de acogida de refugiados más generosos del mundo: la legislación ugandesa les permite desplazarse con libertad de una ciudad a otra, acudir tanto a los hospitales como a las escuelas públicas o abrir cualquier clase de negocio.

Durante las últimas semanas, tras el desconfinamiento del país, las autoridades ugandesas han advertido de un incremento exponencial de casos de COVID-19, aunque aún se mantienen relativamente bajos, con 3.112 positivos y 32 muertes.