Fumio Kishida venció este miércoles en las elecciones primarias del partido gobernante de Japón y será nombrado nuevo primer ministro, un cargo que asume con la ambición de implicar más al país en retos globales como la estabilidad en Asia-Pacífico y el cambio climático.
El exministro de Exteriores y de Defensa, de 64 años, se impuso en los comicios internos del Partido Liberal Democrático (PLD) de Japón, una votación con aire de elecciones generales ya que en este país el presidente de la fuerza política dominante es quien ocupa la jefatura del Ejecutivo.
Kishida, con amplia experiencia diplomática y considerado una figura moderada dentro de su partido conservador, superó en la carrera por el poder al ministro a cargo de vacunación, Taro Kono, quien partía en un principio como favorito con un perfil más independiente y reformista.
La investidura de Kishida como nuevo primer ministro está prevista el próximo lunes en el parlamento nipón, donde el PLD cuenta con una sólida mayoría que espera revalidar en las elecciones nacionales que deberán convocarse antes de fin de noviembre.
El currículum de Kishida como ministro de Exteriores (2012-2017) es su tarjeta de visita en materia diplomática, en la que se anotó logros como la mejora de los lazos con Seúl y Moscú o la histórica visita del expresidente estadounidense Barack Obama a Hiroshima, la primera ciudad que sufrió un bombardeo nuclear.
El flamante líder nipón ha señalado que entre sus prioridades estarán reforzar la alianza con Estados Unidos y aumentar las defensas nacionales frente al auge militar de la vecina China y frente a los desarrollos armamentísticos de Corea del Norte.
Esto supone dar continuidad a la tradicional postura del partido conservador nipón, aunque de Kishida se espera un mayor dinamismo global respecto a su predecesor, Yoshihide Suga, y un posicionamiento más firme junto a la Administración de Joe Biden para hacer contrapeso a Pekín.
«Estamos decididos a mostrar nuestra presencia en la comunidad internacional y a proteger nuestros intereses nacionales», anunció Kishida hoy en rueda de prensa tras las primarias.
Los principios básicos de su política exterior serán «proteger valores básicos como la democracia, defender la paz y la estabilidad y cuestiones globales como la lucha global contra el cambio climático», dijo.
También señaló su voluntad de «lograr un Indopacífico libre y abierto», la forma en la que se suelen referir Washington y Tokio a su estrategia para contener el creciente poderío geoestratégico de China, aunque no llegó a aludir de forma directa a Pekín.
En el área económica, tratará de promover una «mejor distribución de la riqueza» para apuntalar el crecimiento económico de Japón, un país donde se han acrecentado las desigualdades a raíz del impacto de la pandemia, cuya gestión también será una de sus máximas prioridades.
Las primarias de hoy fueron las más impredecibles en mucho tiempo para el partido gobernante, y sus resultados finales se decidieron gracias a las alianzas entre los partidarios de Kishida y los de Sanae Takaichi, otra de las contendientes que se caracterizaba por su nacionalismo y por ser la más conservadora en asuntos sociales.
El vencedor se impuso con claridad a Kono -por 257 votos a 170- en la segunda vuelta ayudado por las papeletas que se llevó del bando de Takaichi, después de una primera ronda en la que Kishida logró 256 votos y Kono 255, ninguno de ellos con mayoría suficiente.
Kishida encara ahora el desafío de ganarse el respaldo popular durante las semanas que estará en el cargo de cara a las próximas elecciones generales, y pese a que las encuestas entre la población lo situaban por detrás del más carismático Kono, quien dejó escapar algunas lágrimas al conocer su derrota.
«La democracia japonesa está en crisis», admitió el inminente primer ministro nipón en alusión al desapego que sienten muchos ciudadanos hacia sus líderes, reflejado en una afluencia decreciente a las urnas durante las últimas citas electorales.
«Vamos a tratar de escuchar más a la gente y de involucrarla más en la toma de decisiones», prometió el líder de un partido que ha gobernando el Japón de posguerra de forma casi ininterrumpida y que volverá a ganar los próximos comicios, salvo sorpresa mayúscula, al enfrentarse a una débil y fragmentada oposición.