La peor noticia es que la invasión de Ucrania se convierta en una guerra larga. Todavía malísima: el interés denodado por parte de diversos países de Occidente de armar y seguir armando a la nación ucrania ante Rusia.
No hay sitio para la paz, la mesa de negociación entre las delegaciones rusas y ucranias en Estambul –contando con la mediación del primer ministro turco Recep Tayipp Erdogan– es una auténtica pérdida de tiempo. Ni Kiev, ni Moscú, quieren realmente negociar y una prueba de ello es que el Kremlin no ha ordenado, hasta el momento, ningún alto al fuego y Ucrania sigue pidiendo más armamento.
Son señales evidentes de esta fase en que el conflicto evoluciona al enquistamiento y la destrucción en toda su magnitud y con la fiereza que los días de cansancio, de hartazgo y de frustración demanda.
El presidente Volodímir Zelenski está dispuesto a dialogar sobre la no entrada de su país en la OTAN y el estatus de neutralidad pero no acepta romper a Ucrania para permitir la extensión territorial rusa. Y sabe bien que la única forma de recuperar los territorios al este y al sur de su país que las tropas rusas están ocupando es precisamente derrotarlas en el campo de acción.
¿Cuánto tiempo puede durar esta guerra intestina? Tanto como lo quiera el dictador ruso, Vladimir Putin, porque es verdad que en el campo de batalla su ejército ha evidenciado sus debilidades pero a pesar de ello tiene la mano en el botón nuclear. No hay que perder la perspectiva de una ojiva ya sea de pequeña o de mediana carga como una solución final.
El problema de las sanciones y de todas las medidas anunciadas por Estados Unidos, la UE y el G7 es que por encima del daño infligido esté el orgullo de un sátrapa incapaz de reconocer una mala decisión. ¿Cómo saca ahora las tropas con las ciudades destruidas, con la matanza de civiles, con la expulsión del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con las sospechas de crímenes de guerra y con haber desplazado a sirios y a chechenos para luchar por Rusia en la invasión de Ucrania?
¿Realmente alguien con la mentalidad de Putin que está construyendo su propio relato y justifica sus acciones a base de mentiras terminará reaccionando ante las sanciones y las expulsiones? La única salida que tiene Putin es ganar la guerra y ser un héroe ante sus ciudadanos.
Y eso lo sabe bien el Pentágono que perversamente empieza a alimentar la esperanza de los valientes ucranios urgidos de armamento para repeler a los invasores. Para luchar con ellos en igualdad de condiciones aunque sea una quimera porque Ucrania no tiene tecnología nuclear y Rusia posee 4 mil 477 ojivas nucleares.
Unos a otros ya se están usando entre sí. Zelenski quiere alargar el conflicto con la intención de combatir a los rusos y expulsarlos del este y del sur; hacerlo además consciente del sufrimiento enorme para la población. Él sabe que no va a ganar pero quiere estar en las mejores condiciones posibles para minar a los soldados rusos creyendo en que quizá pueda pasarse del terreno bélico a una paz negociada bajo condiciones.
Lo que puede terminar cambiando el curso de esta resistencia es el asesinato de Zelenski bien sea a manos del grupo Wagner o de los soldados rusos o inclusive traicionado por sus propios mandos militares en un momento de desesperación por parar el conflicto ante el sufrimiento civil.
A COLACIÓN
Para Estados Unidos, el interés de que el conflicto sea largo, le permite utilizar el pretexto de la invasión para debilitar a Rusia en varios frentes: el económico, el financiero, el comercial y por supuesto el militar porque la nación eslava no solo está perdiendo soldados caídos en el frente está perdiendo material y equipo bélico y mucho armamento así como barcos, vehículos militares, tanques y helicópteros. Tenemos un desgaste que también le interesa seguir financiando a Washington a través de armar a los ucranios.
Es verdad que con la imposición de las sanciones a Rusia, los daños colaterales golpean a Occidente y a prácticamente a todo el mundo, que pagaremos con un menor crecimiento económico y una mayor inflación. Es decir, un mayor sufrimiento para los menos pudientes pero también para las clases medias.
Estados Unidos no escapa tampoco pero sale beneficiado de esta invasión porque el liderazgo que había perdido en los últimos 25 años lo recupera con un posicionamiento de defensor de la democracia y de los derechos humanos como si no tuviese grandes pecados al respecto. Si en Europa había sacado un pie, ahora vuelve a poner los dos, y ubica al espectro europeo nuevamente dentro de sus prioridades estratégicas de defensa para lo que ya diseña un sistema rotatorio de soldados en varias bases permanentes de la OTAN sobre todo en el flanco este europeo.
Si algo sabe hacer bien el país de las barras y de las estrellas es funcionar con una economía de guerra: ya el Pentágono está planteando un mayor presupuesto para 2023 como si el vigente por 760 mil millones de dólares no fuese ya estratosférico y ahora quiere más.
Y después está ese renglón que tanta molestia provocaba a la Casa Blanca como son los negocios gasísticos de los rusos en suelo europeo; al fin esta invasión terminará cortando los nexos energéticos de Rusia con la Unión Europea ante la discordia de países como Hungría que se oponen al veto. Ya las empresas petroleras y gasísticas norteamericanas se frotan las manos como lo hacen las multinacionales de la industria militar, los dos emporios vislumbran beneficios.