De lunes a viernes, a Guadalupe Pérez Comisario, la tienen que trasladar a la escuela que se encuentra a poco más de 300 metros de su casa en la junta auxiliar de San Miguel Canoa; entre un camino a veces pavimentado, y en tramos, lleno de tierra y prolongadas subidas.
La chica de 16 años no cuenta con una pierna y una mano, por lo tanto, en la mayoría de sus movimientos los hace en una silla de ruedas, aunque subraya que prefiere “arrastrarse” porque ya está acostumbrada.
Desde la localidad ubicada a escasos 30 minutos de la ciudad de Puebla, la chica nos comparte que su mamá la abandonó hace años, mientras que su papá, quien se dedicaba a la albañilería, murió hace cinco meses en un accidente en una construcción.
A pesar de no contar con todas sus extremidades, Lupita –como en la escuela y en su casa le dicen- se da la maña para realizar diversas actividades: lavar su ropa, asear la casa donde habita y preparar los alimentos.
“De hecho tengo una silla de ruedas, aunque no la utilizo mucho, sólo para ir a la escuela; no me gusta, no me siento cómoda, ya me acostumbré a deslizarme por el suelo”, comenta.
A la fecha vive con su hermana (quien también estudia) y su hermano, pero el joven se tiene que ir a trabajar desde muy temprano, por lo quien se encarga de llevarla a la escuela, específicamente en el Centro Escolar “Coronel Raúl Velázquez de Santiago”, es su tía, la señora María Antonia López Comisario Pérez.
Durante el camino de su casa a la escuela y viceversa, o cuando se dirige a otro punto, la gente la mira con extrañes, “pero no me importa lo que digan, sé que yo puedo y lo demuestro”, asegura.
Actualmente se encuentra estudiando el bachiller, pero en un futuro no muy lejano, quiere cursar la carrera de Derecho: “porque siento que al estudiar eso, les puedo ayudar a otras personas que quizá no tienen la oportunidad de estudiar a que lo hagan”.
Su tía, agrega, que si bien ella le gusta que Lupita siga estudiando, hay veces que le dice que ya no vaya porque se cansa en cargarla con todo y silla de ruedas, y trasladarla bajo los rayos de sol o en su momento lluvia.
“Siempre me levanto a las 5:00 de la mañana para peinarla, arreglarla y llevarla a la escuela. Yo la vengo a dejar y yo la vengo a traer, pero ya me canso mucho”, reconoce.
Pese a las adversidades en las que se desarrolla, Lupita expresa a los jóvenes a que tengan un objetivo, para que a partir de ahí se van a sostener, y que le echen ganas al estudio, porque aunque no tengan una discapacidad –como ella la tiene- todos tienen la capacidad de salir adelante. “todos tiene una habilidad que es buena e intenten ser felices con lo que tienen”.