La Unidad de Deshabituación Tabáquica de Cantabria cumple la mayoría de edad y desde que abrió sus puertas, en 2006, ha tratado a 13.200 pacientes que se han acercado a este recurso por varias razones, desde haber pasado por una enfermedad grave, a haber tenido varios intentos fallidos de dejar el hábito, o bien estar embarazada o dando lactancia. Pero al final todas las razones convergen en una: “el tabaco mata al 50 % de los que fuman antes o después”.
Fernando Martín, el médico de esta Unidad, explica que la media de pacientes que atienden al año es de 800. El año pasado registraron el récord, con 1.042. Usuarios no les faltan y, en general, llegan muy motivados.
Quienes son atendidos por la Unidad acuden derivados por diversas causas: bien porque han tenido una enfermedad grave que aconseja que se deje de fumar con carácter inmediato, o una patología psiquiátrica, o bien porque son sanitarios, mujeres embarazas o en período de lactancia. Además suelen ser personas que lo han intentado ya antes.
Pero además se ‘capta’ a familiares de pacientes que los acompañan a este recurso, en una estrategia que busca llegar a más personas, pero también aumentar la motivación de quienes se acercan a la Unidad.
Apoyo familiar
La filosofía detrás de esta táctica, destaca Martín, es que uno de los factores que más contribuyen en el camino al éxito es que el medio familiar y social apoye al paciente.
“El apoyo psicosocial es básico. Lo tenemos muy analizado, es mucho más fácil que deje de fumar alguien que tiene un familiar que le echa una mano que alguien que vive solo o que no tiene ese apoyo”, resalta.
El porcentaje de quienes logran el objetivo en este programa ronda un 40 %. “Normalmente, cuando hablamos de drogas, un tercio va bien, un tercio acaba recayendo, y un tercio ni empieza”, dice el facultativo.
Dependencia y recaída
En la Unidad de Deshabituación Tabáquica no se asustan por las recaídas. “Si algo caracteriza a una dependencia es la recaída”, advierte Martín.
De hecho, lo que más predomina entre los pacientes de la Unidad son personas que han tenido múltiples recaídas, y uno de los criterios para entrar en este programa es haber tenido intentos previos de dejar de fumar.
Para las recaídas, las primeras ocho semanas del programa, que dura seis meses, son claves.
Nada más llegar los pacientes tienen que cumplimentar un extenso cuestionario, con unas 200 preguntas, que sirve, entre otras cosas, para testar el perfil: por qué fuma esa persona, situaciones en las que va tener mayor dificultad para prescindir del hábito, grado dependencia, asociaciones que hace, recaídas y causas…
Después, hay una primera consulta con el médico y se hace una historia y un estudio de salud, además de una valoración. Se toma una decisión sobre el tratamiento farmacológico y sobre el entrenamiento para dejar de fumar.
Entrenamiento y poner fecha
La psicóloga de esta Unidad de Deshabituación Tabáquica, María Ángeles García, destaca que en esa primera visita con el médico se produce un hito clave en el proceso: se pone la fecha en que se va a dejar de fumar, que suele ser a los diez o quince días.
La víspera de ese día ‘D’, en que se va a dejar el tabaco, hay una visita con la psicóloga para preparar el entrenamiento.
“Hay que aprender a vivir sin fumar”, comenta García, que apunta que en los días previos a esta segunda consulta el paciente debe observar su propia conducta en relación al tabaco, con vistas a cambiarla y eliminar el hábito.
Se dan pautas y trucos para aprender a vivir sin tabaco o para tratar de prevenir recaídas.
“Damos mucha importancia a la participación activa del paciente, así que el que se piense que va oír una charleta y luego no tiene que hacer nada no lo va a conseguir”, manifiesta.
Al fumador “le gusta fumar”, pero existe, según explican los profesionales de la Unidad, una falsa sensación de que el tabaco tranquiliza o reduce la ansiedad.
“Nunca es así, al contrario, la nicotina es una sustancia excitante, lo que pasa es que es una droga muy sofisticada”, dice la psicóloga.
El médico, por su parte, explica que en la mente de un adicto “el tabaco es bueno para casi todo” y que lo que sucede es que se confunde la ansiedad con el síndrome de abstinencia que desaparece con las caladas.
Edades tempranas
La máxima de estos profesionales es que no hay casos perdidos, aunque sí que les llegan algunos complicados. Y personas muy jóvenes que, con 14 años, “fumaban 35 cigarrillos al día”.
Llama la atención a veces lo prematuro del inicio del consumo. Con los datos que manejan en la Unidad, la edad media de comienzo está en torno a los 13 ó 14 años.
Pero han tenido casos puntuales de pacientes que han reconocido su primer cigarrillo “a los 3 ó 4 años”. Además, consultando sus registros, han atendido a 15 personas que declararon haber comenzado el consumo con 6 años, 54 con 7 y hasta 113 con 8 años. “Cuánto antes se empiece, más dura e intensa va a ser la recuperación”, advierten.