El arqueólogo Fernando Cortés de Brasdefer ha generado polémica al afirmar que la construcción del Tren Maya ha dañado o destruido una cantidad significativa de vestigios arqueológicos en la Península de Yucatán.
Según Cortés de Brasdefer, los trabajos en el tramo 7, que va desde la Zona Arqueológica de Kohunlich hasta Escárcega, han afectado conjuntos habitacionales, terrazas, plataformas y albarradas en varios poblados, incluyendo Nicolás Bravo, Francisco Villa y González Ortega.
En contraste, Diego Prieto, director del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), defendió en la conferencia matutina del presidente Andrés Manuel López Obrador que el proyecto está avanzando con un cuidado meticuloso de los sitios arqueológicos.
Prieto destacó los descubrimientos y las medidas de protección implementadas durante el desarrollo del Tren Maya, negando cualquier daño significativo.
Cortés de Brasdefer, acompañado por el antropólogo Juan Manuel Sandoval y el historiador Felipe Echenique, ha documentado más de 200 vestigios arqueológicos expuestos y dañados.
Sandoval detalla estos hallazgos en el cuaderno de trabajo La construcción del Tren Maya y la destrucción del patrimonio arqueológico en la Península de Yucatán, afirmando que muchos de estos vestigios fueron arrasados para permitir el paso de las vías.
Prieto, sin embargo, desestima las acusaciones, señalando que el Consejo de Arqueología del INAH ha desmentido las declaraciones de Cortés de Brasdefer, quien es el único arqueólogo en hacer tales denuncias.
A pesar de esto, Cortés de Brasdefer sigue preocupado por la posible destrucción irreversible de estos patrimonios, especialmente en áreas críticas como el kilómetro 19 de la carretera Chetumal-Escárcega, donde teme que el terreno colapse debido a los trabajos.