Pareciera que cuando  una mujer es descubierta muerta con huellas de violencia de inmediato las autoridades policiacas intentan justificar el homicidio descalificando a la víctima, al dar a conocer que  su modo de vida pudiera ser la consecuencia para que hubiera fallecido de esa manera, ya fuera porque consumía drogas o alcohol,  no trabajaba, convivía con personas sin oficio ni beneficio,  había tenido muchos amantes o versiones por el estilo.

El ala machista no deja de justificar su práctica de ejercer la violencia contra las mujeres y las autoridades proceden tal como lo hacen los hombres violentos y golpeadores que siempre achacan al comportamiento de la víctima la reacción agresiva en su contra.

Los mensajes que justifican la violencia de género van en el tono de “te lo merecías”, “si te portaras bien eso no pasaría”, “yo no te quiero hacer daño pero tú me provocas”…

Después de que se conoció que la joven Lesvy Berlín Osorio Rivera, de 22 años de edad, apareció asesinada en un jardín aledaño al instituto de Ingeniería de Ciudad Universidad de la UNAM, la Procuraduría General de Justicia  de la capital del país reveló presuntos datos de la vida personal de la mucha que tienen a descalificar su conducta y a justificar su homicidio.

En principio, por medio del Twitter la dependencia indicó que “el día de los hechos la pareja (Lesvy y su novio) se reunió con varios amigos en CU donde estuvieue diocha informaciron alcoholizándose y drogándose”. Agregó que ella vivía con su pareja y que no estudiaba pues debía materias del bachillerato.

Ante la protesta social de que dicha información revictimizaba a la mujer, la procuraduría capitalina reconoció su equívoco y retiró los mensajes de dicha red, emitiendo una disculpa.

Después,  las redes sociales dieron a conocer que la familia de Lesvy Berlín publicó a través de la revista “La que arde” un comunicado en el que exige justicia a favor de la joven y critica “la criminalización de la víctima”, al tiempo que lamenta  el hecho de que al descubrirse el cuerpo sujeto por el cuello con una cita amarrada a una cabina telefónica, se haya indicado que se trató de un suicidio.

La versión de la familia da cuenta de que la autopsia “determinó muerte por estrangulamiento, y el caso pasó de ser un ‘suicidio’ (que cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta de lo absurda que era esa hipótesis) a un homicidio (que también la forma en que se encontró el cuerpo y los signos de tortura encontrados en ella, la legislación local lo tipifica como feminicidio)”.

El comunicado explica que el nombre correcto era “Lesvy Berlín Rivera Osorio (…), hija de padre guatemalteco y madre mexicana, estudiante del CCH sur, sí era universitaria, políglota por gusto propio, lectora empedernida y amante de la música”.

También desmiente su presunta adicción al aclarar que “no sufría de alcoholismo, ni drogas, no era un ‘fichita’ como critican muchos”, sino que se trataba de “una chica normal, con sueños, con miedos, pero responsable de sus actos”.

Además, la familia de Lesvy exige justicia para ella, pide que la UNAM  “deje de encubrir y entregue las evidencias completas”.

Ahora la autoridades tanto de la capital del país como de la UNAM tienen a su cargo no sólo aclarar este crimen, sino hacer una reingeniería en sus métodos de análisis de los hechos y de la manera cómo se dan a conocer los avances de las investigaciones, porque no es posible que generalmente las víctimas femeninas después de muertas sean revictimizadas, descalificadas, desnudadas en intimidad y expuestas al escrutinio público después de haber sufrido violencia de tal magnitud que les cegó la vida.

El hastag “#simematan” no es una ocurrencia sino una espantosa realidad que revela el nivel de inseguridad en el que vivimos las mujeres, así como el desprecio social por su vida, pues los diferentes grupos sociales buscan una justificación a los actos violentos en nuestra contra.

 

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