Beijing. China procurará solidificar la estatura de su presidente Xi Jinping como estadista en un encuentro internacional enfocado en una política económica que busca crear un nuevo orden mundial en el que todos los caminos conducen a Beijing.
El Foro One Belt, One Road (Una Franja, Una Carretera) que se inaugura el domingo da a China una nueva oportunidad de promover la figura de Xi en la escena mundial con miras al congreso del Partido Comunista de este año y es una forma de alimentar las expectativas de la población china de ver crecer el status y el prestigio del país.
“Xi es visto hoy como un líder de talla mundial, que genera gran influencia y respeto internacionalmente y eso sin duda aumentará su atractivo en China”, comentó Joseph Cheng, analista de la política china y ex profesor de la Universidad de Hong Kong, hoy jubilado.
Se espera la presencia de los líderes de 28 naciones, incluido los presidentes ruso Vladimir Putin y filipino Rodrigo Duterte. El dirigente occidental más prominente será el primer ministro italiano Paolo Gentiloni.
Otras naciones occidentales estarán representadas por funcionarios de menor rango, en parte como consecuencia de la preocupación de que China esté tratando de exportar su visión sobre los derechos humanos, el medio ambiente y la transparencia del gobierno, al tiempo genera niveles de endeudamiento insostenibles en países pobres.
El foro busca no solo impulsar la visión china en el exterior sino también reforzar la imagen de Xi en su tierra.
El encuentro de dos días girará en torno a un ambicioso plan de Xi de crear una enorme red de puertos, ferrocarriles y carreteras para expandir el comercio con Asia, África y Europa.
Xi “está impulsando su visión. Los líderes tienen que ser visionarios y él está mostrando su esperanza en el futuro económico (de China) al promover un plan económico muy importante”, declaró el ex embajador de Estados Unidos en China Max Baucus a la Associated Press. “Creo que lo va a ayudar mucho de cara al próximo congreso del partido”.
El PC realiza su congreso quinquenal este año, en el que Xi supervisará la incorporación de sangre joven a los máximos organismos estatales, sobre todo el Comité Permanente del Politburó. Xi trepó al a cima de la estructura política china en medio de un sistema muy competitivo, lleno de facciones y rivalidades, hasta tomar las riendas del partido en el 2012, y ha ido acumulando mucho más poder que el de sus predecesores en áreas como las fuerzas armadas, la seguridad interna y la economía.
Ha revivido asimismo la vieja tradición de campañas políticas llenas de consignas, predicando el “Sueño Chino” de prosperidad y rejuvenecimiento nacional, impulsando la lucha contra la corrupción y combatiendo la infiltración de valores democráticos occidentales.
En el ámbito internacional, presidió un encuentro del foro de Cooperación Económica de Asia y el Pacífico y una edición de la conferencia del G-20 de naciones industrializadas. En enero afirmó ser un ferviente creyente en la globalización y el libre comercio durante el Foro Económico Mundial de Davos. Su postura contrastó con la prédica proteccionista del presidente estadounidense Donald Trump.
Su iniciativa de Una Franja, Una Carretera es un capítulo aparte.
Busca consolidar a China como la potencia dominante de Asia, cuya cultura y economía han sido muy influenciadas por África y Europa. Y refleja el profundo orgullo que sienten los chinos por su explosivo crecimiento económico y su influencia política cada vez más fuerte, tras un siglo de humillaciones a manos de otros países que culminaron con la revolución comunista de Mao Zedong en 1949.
El proyecto es parte de una firme política exterior que ha consolidado el reclamo chino sobre el Mar del Sur de China y afianzado al Banco Asiático de Desarrollo de Infraestructura como una institución global, a la par del Banco Mundial, el Banco Asiático de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional.
A diferencia de los foros de la APEC y Davos, puede generar contratos por miles de millones de dólares, ampliando el alcance económico de China y apuntalando la imagen de Xi. El Banco Asiático de Desarrollo dice que la región, en la que vive el 60% de la población mundial, necesita invertir más de 26 billones de dólares en infraestructura para el 2030 para mantener el crecimiento económico.
“China no solo tiene los recursos, que son vitales, sino también la visión, el deseo y una estrategia para proyectarse internacionalmente”, afirmó el embajador de Afganistán Janan Mosazai a la AP.
Hay quienes dicen que la iniciativa de Xi es un arma de doble filo, ya que involucra muchos proyectos de dudoso valor y numerosas naciones con economías débiles y una capacidad de crecimiento limitada, en las que abunda la corrupción. Todo esto deja abierta la posibilidad de que las enormes inversiones generen escasos dividendos y grandes pérdidas a los bancos estatales chinos que financian estos proyectos.
El analista político Hu Xingdou, por otro lado, cree que China debería “priorizar las inversiones en el país, no afuera, porque ello podría demorar el desarrollo interno”.
“Es fácil regalar dinero”, sostuvo Cheng. “Pero China tiene que demostrar que estos proyectos son sólidos y cuentan con los conocimientos necesarios para sacarlos adelante”.