Jessi Rocha es una chica entusiasta, apasionada por la vida y con un enorme interés por ayudar a los demás, por eso, estudia Medicina en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y la carrera de técnico en Urgencias Médicas en la Cruz Roja.
A sus 20 años, intenta complementar sus dos pasiones, entender el trabajo de paramédicos y médicos, compaginarlo y, sobre todo, brindarle apoyo a los demás.
Cursa el primer año de su carrera técnica y tiene mil planes a futuro, quizá tomar la especialidad de rescate vertical, lo único claro es que seguirá en la Cruz Roja, porque no hay nada más gratificante para ella que ver la confianza de la gente y escuchar un gracias tras el deber cumplido.
Cosas de la vida, fue un accidente carretero, que le tocó ver junto con sus padres, en 2016, lo que la llevó a este nuevo derrotero.
La llegada de los servicios de auxilio, incluida la ambulancia de la Cruz Roja, el accionar rápido y certero de los paramédicos, la forma en que atendieron a los accidentados, los tranquilizaron y estabilizaron, le hicieron tomar la decisión.
Para ella, esta nueva experiencia ha sido muy gratificante. Entró en Las Águilas, pero en cuanto aprobó el examen de ambulancia, se fue a Polanco, donde ha conocido mucha gente y ha aprendido a trabajar en equipo.
Amor por ayudar a los demás
Su vida en la Cruz Roja, cada fin de semana, desde hace prácticamente un año, es pura pasión, amor y felicidad, según explica con una sonrisa.
Reconoce que ha sido un poco difícil compaginar sus estudios de medicina, de lunes a viernes, con los de la Cruz Roja, sábado y domingo, pero todo lo que ha aprendido y vivido no lo cambia por nada.
Asegura que le gusta estar allí, “la verdad es que entrar a la Cruz Roja no es como conseguir un empleo o una carrera en la que obtenga algún pago, sino que es muy gratificante, poder subirte a una ambulancia y poder ayudar a una persona, sin recibir algo a cambio, sólo un simple gracias».
En este nuevo camino, recuerda con cariño el día que la llevaron al Centro Nacional de Capacitación y Adiestramiento, en Toluca, donde tuvo que aprender mucho sobre el trabajo en equipo, además de cómo actuar en las distintas emergencias que puede enfrentar, como un incendio, cómo bajar un edificio, cómo sacar a una persona de un espacio confinado, entre otras.
El primer servicio
Refiere que su primer servicio fue en el Centro Histórico. Fue a una chica con un golpe en la cabeza, por una pelea en la calle. Las personas que iban con ella la dejaron y cuando vio la ambulancia de la Cruz Roja, puso cara de alivio.
“En ese momento, lo único que quería era tanto entenderla como ayudarla, tenía la cara llena de sangre y estaba desesperada. Nos vio llegar y empezó a darnos las gracias. Ése fue el primer servicio que me tocó atender”, indica.
La plática fluye, aflora su amor y disposición por ayudar a los demás, su interés por el beneficio ajeno, a veces por encima del propio, requisitos necesarios para que la Cruz Roja te abra un espacio, además de haber concluido el bachillerato y tener mínimo 18 años.
Retoma entonces su interés por estudiar la especialidad de rescate vertical, que es salvar a una persona en un edificio en el que no puedes usar las escaleras; la bajada es, pues, por fuera, con una red, como rapel.
Ha estado de apoyo en eventos como Fórmula 1 o el Viacrucis de Iztapalapa, ha aprendido mucho, pero sabe que no es suficiente. Hay que trabajar mucho para ser cada vez mejor. Y, por lo pronto, se prepara para concluir su primer año en la Cruz Roja.