Con mucha frecuencia los gobiernos hablan de porcentaje de crecimiento del PIB para justificar lo bien que lo están haciendo en economía. Suelen comparar con los números menores de países desarrollados que ya han resuelto los problemas que para nosotros son absolutamente comunes y permanentes y que el crecimiento por si sólo no lo logra aminorar su impacto negativo. De lo contrario, como es posible explicar que Bolivia con números superiores de crecimiento de más del 5% del PIB anual por una década continúe siendo el país más pobre de América del sur. A pesar de la estabilidad que pudo haber significado el largo periodo de gobierno de Evo Morales, que es de hecho el mandatario con mayor longevidad en el cargo y que a pesar del referéndum en contra pretende seguir ocupando la silla presidencial, las cosas siguen iguales. Algo se anda haciendo muy mal en materia económica.

Lo que muchos afirmaban era el argumento del porqué nuestros políticos no lograban éxitos permanentes y de largo alcance han quedado sin razones que lo sostengan. No es suficiente con estar mucho tiempo en el poder si finalmente la corrupción de Odebrecht demuestra la abierta venalidad e incoherencia de los discursos presidenciales que mientras condenaban a la burguesía cleptómana no fingían para nada los suculentos porcentajes de comisiones que eran pagados por quienes hacían jugosos contratos con el Estado. Solo en el largo periodo del PT brasileño los números de la corrupción superan los 20 mil millones de dólares. En el Ecuador de Correa comienzan a ventilarse las complicidades de altos personeros del gobierno anterior y ni que decir lo que pasa en Venezuela que según relatos de la ex fiscal general los montos son siderales y espantosos. Todo esto acontecía en el momento de mayor crecimiento de estas economías acicateadas por los buenos precios de las materias primas en los mercados mundiales. No se corrigieron entuertos y hoy vemos con pena que han sido décadas de crecimiento desperdiciadas en el vano intento de alcanzar el desarrollo.

No es lo mismo crecer que desarrollarse. Lo primero solo implica unos números desprovistos de la condición de humanidad y de valores que son asociados a lo segundo. Ser más frente al tener más es la diferencia entre uno y otro solo que los números grandes quedaron en los bolsillos de los corruptos gobernantes. Hoy varios de los países que crecieron mucho son menos económicamente  por culpa del desencanto que produce saber el apestoso entorno corrupto que sostuvo a estos gobiernos que se llenaban la boca de un orgullo mentiroso y grosero. La manera en que robaban las ilusiones de la gente sobre el concepto de que había que sostenerse en el poder a como sea no tiene parangón en la historia reciente del sub continente. Nunca antes hemos visto cómo se complotaban contra el pueblo los gobernantes, algunas  empresas privadas y organismos multilaterales que palmoteaban en las espaldas los logros falsos de economías que crecían mientras el desarrollo se hundía en el descrédito.

Es hora de mirar con atención las cifras del crecimiento. Si ellas solo reproducen las brechas de inequidad, pobreza y marginalidad es que estamos frente a una muestra de engaño soez que debe ser denunciada y sus actores marginados del poder. No más retórica ni cifras engañosas. Es el tiempo de la sinceridad y de la pragmática austeridad.

 

@benjalibre