Durante los últimos años, han sido los presidentes municipales los responsables del detrimento de las bibliotecas públicas, en especial aquellas que fundaron las órdenes franciscanas durante el siglo XVIII, así lo expresó el Director General de Bibliotecas, Marx Arriaga Navarro, durante el Séptimo Fandango.

Lamentó que las últimas generaciones de alcaldes tomarán los espacios de los libros para reducirlos o abandonarlos, e incluso convertirlos en cuarteles de la policía por lo que llamó a las autoridades del Estado, mediante la firma de un convenio para no violentarlos.

“Esta firma les recuerda a todos los presidentes municipales que la biblioteca es una obligación del estado, es un derecho humano que no se puede violentar sin importar su ideología… la biblioteca se respeta, es intocable” llamó Marx Arriaga

Recordó que la biblioteca conventual de Apan en 1719, tenía 136 libros y la orden de Franciscanos la cuidó con gran empeño porque ahí tenían la Epístola de Cicerón que servía de modelo para entrar en contacto con su público, “pero hoy en una biblioteca municipal con mil 500 libros, el alcalde decide no pagar la luz y la bibliotecaria, arriesgando la vida, se la roba para que sus usuarios puedan leer por las tardes.

En el convento de Tepeapulco, en 1736 se tenían 108 libros entre ellos la obra “El arte para aprender la lengua mexicana», el cual los franciscanos leían intentando retenerla lo más posible para mejorar sus sermones, pero un alcalde en la actualidad despidió a la bibliotecaria por considerar que su salario de mil 500 pesos era mucho gasto para el erario público.

El convento de Tula en 1668 tenía 251 volúmenes entre ellos varios de Aristóteles como su  Retórica y su libro de Lógica; con ellos los franciscanos armaban sus discursos para convencer a los talibanes intentando cautivarlos y convencerlos para evangelizarlos pero “otro alcalde decide convertír su biblioteca en caseta de policía y con mucho ingenio utiliza las estanterías como anaqueles para colgar las armas”.

En el convento de Tepetitlán 1753 se tenía registro de 108 libros entre ellos la gramática de Nebrija, pero un alcalde decidió que el espacio de la biblioteca es muy grande y lo redujo para integrar oficinas administrativas

En Pachuca en el convento de los Franciscanos, en 1772, se dispuso que el guardia del lugar fuera también bibliotecario para que las personas pudieran acceder a las obras a la hora que lo necesitarán, sin embargo “en la actualidad otro alcalde decide llevarse las sillas y mesas viejas y las pocas computadoras en servicios y así equipar a otras dependencias a su cargo dejando la biblioteca saqueada”.