Continuando nuestra aportación sobre la responsabilidad de nuestra salud, en esta ocasión aporto un ejemplo de la vida cotidiana.

Cuando el propietario de un vehículo va a la estación de gasolina a recargar combustible, sabe que no puede y no debe rebasar el límite de la capacidad del depósito de gasolina de su vehículo, pues evidentemente esta se derramará.

En nuestro organismo, como ya lo mencionamos, es necesario saber la cantidad de combustible (energía que aportan las calorías) para movilizarnos y realizar nuestras actividades con esa energía.

A diferencia del vehículo, cuyo exceso de combustible se derrama, en nosotros se traduce a “una lonjita”, o “la pancita de la felicidad”, “unos kilitos de más” y siempre, como buenos mexicanos, le encontramos una justificación a nuestros excesos.

En las décadas entre los 50’s a 70’s la gran mayoría de los niños fuimos delgados o como coloquialmente se decía flacos, pues teníamos poca grasa o músculo. Fuimos poco enfermizos, lo normal: gripes, anginas, diarreas y frecuentes raspones y moretones, pero sin problema, el juego continuaba ¿A qué se debía esto?

De inicio, fuimos alimentados con el seno materno. En mi familia fuimos siete hermanos y nunca escuché que mi madre se quejara de sus senos.

No comíamos muchas golosinas, porque no existían, pues mayoritariamente degustamos frutas de temporada o dulces tradicionales y había poco dinero para estos menesteres. No existieron en nuestra mesa, las papillas industrializadas, que contienen fuertes cantidades de almidón, azúcar y conservadores. Nuestras madres nos procuraron papillas de verduras, legumbres o frutas naturales, todo sano y preparado al momento, con los utensilios de la época.

A partir de los 80’s, dio inicio la era de madres modernas, y entonces encontramos en el mercado muchos productos industrializados, al alcance de las madres. Incluso, se consideraba de tener un buen estatus, el acceso a ellos. Algo así como “solo quitar la tapa” y los niños los comen bastante bien o, solo agregar agua, agitar y listo. Pues así, desde bebés, también comenzó el gusto por el azúcar, contenida en esos productos.
A la par, aparecieron en el mercado los otros productos, los salados y también nos hacemos adictos a ellos.

Lo expreso con esta claridad pues también el gusto por el azúcar y la sal, son adictivos.
Ser o estar “gordito” no es sinónimo de un estado saludable. El consumo de estos productos industrializados en la infancia ha traído muchas complicaciones, pues genera una afectación conocida como malnutrición, que afecta a los niños, niñas y adolescentes, de diferentes maneras. Por un lado, la desnutrición durante la infancia impacta negativamente en el resto de la vida, como tallas bajas y desarrollo insuficiente del sistema inmunológico. Por otro lado, el sobrepeso y la obesidad favorecen la aparición de enfermedades como la diabetes, problemas circulatorios, del corazón o de los riñones, repercusiones graves que aquejan la calidad y esperanza de vida (unicef/mexico/salud y nutrición).

Con datos de la UNICEF, actualmente en nuestro país, en obesidad y sobrepeso, 1 de cada 20 niñas y niños menores de 5 años y 1 de cada 3 entre los 6 y 19 años padece sobrepeso u obesidad. Lo que nos coloca entre los primeros lugares en obesidad infantil a nivel mundial. Esta condición se presenta en México de forma más acentuada en los estados del norte y en comunidades urbanas.

En desnutrición 1de cada 8 niñas y niños menores de 5 años padece desnutrición crónica. Se presenta principalmente en los estados del sur de México, más en comunidades rurales que en urbanas.

En lactancia materna, solamente 3 de cada 10 bebés se alimentan únicamente con leche materna durante sus primeros 6 meses de vida. La leche materna sigue siendo, por mucho, el mejor alimento para los bebes.

Para finalizar, les invito a reflexionar que la mayor cantidad de padecimientos que ocupan los 10 primeros lugares de la lista de atención en las instituciones públicas, están directamente relacionados con la falta de educación en nutrición y salud.

Se ha propuesto que Nutrición y Salud, sea una materia que, nuestros diputados, deberían impulsar como obligatoria desde el nivel preescolar.

Estimado lector, téngalo presente: su salud está en sus manos. Diga no a los excesos, como el vehículo.

garubo58@gmail.com