La crianza de los hijos no es una tarea sencilla. Desde pequeños van construyendo su identidad, sus gustos, sus fortalezas, su personalidad, pero también sus inquietudes y hasta sus propios miedos; en la mayoría de los casos las madres y padres que se sienten comprometidos con su familia, hacen esfuerzos por lograr llevar a buen puerto a sus vástagos, a través de una adecuada educación y reglas muy específicas en casa.

Sin embargo, mucho se ha sabido que no existe un manual para educar a nuestros hijos, no hay un documento donde se plasmen las decisiones acertadas que se deben tomar en su formación. Si bien es cierto que hay libros pedagógicos, artículos de apoyo y hasta información psicológica que pueden servir de ayuda, lo cierto es que a la hora de los hechos muy pocas cosas sirven, porque es evidente que cada persona es una caja de pandora, un ser vivo único lleno de sorpresas.

Refiero esto, porque quienes tenemos la fortuna de ser padres por situaciones biológicas o por adopción, nos damos cuenta que nuestros hijos se formarán principalmente con lo que ven en nuestro hogar, no hay consejo que les sirva, si no va acompañado del ejemplo; no sirve de nada darles una instrucción a nuestros hijos, si no lo legitimamos con nuestras propias acciones.

Por eso, de acuerdo con infinidad de información que hoy tenemos a nuestro alcance, basan sus consejos en la comunicación, el buen diálogo y en la firmeza de las reglas de la casa, para poder darle herramientas eficientes a los niños del hogar. Este es sin duda un común denominador para que en la práctica podamos vivir en armonía con nuestros menores hijos.

Pareciera que no, pero desde que empiezan a tener conciencia de las cosas, van observado el entorno y buscan ser favorecidos constantemente. En algunas ocasiones recurren al berrinche como un recuso para lograr llamar la atención y principalmente para alcanzar su objetivo, ya sea una golosina, o cualquier cosa de la que sientan necesidad. Harán cualquier cosa para conseguir su cometido.

Y es justo ahí donde debemos estar alertas, porque si ellos encuentran espectadores, habremos perdido la batalla. Es algo muy sencillo de entender; en la medida en que nos enfoquemos en el berrinche, los levantemos para “no verlos llorar” habrán entendido que esa es la manera en la que deben pedir las cosas, porque solo así llaman la atención de sus padres.

Considero que lo mejor que podemos hacer es justamente lo contrario, debemos ignorar el pataleo de nuestros menores y dejarlos que se calmen, por supuesto que causa un poco de descontrol el escucharlos llorar o en algunos casos gritar y patalear, pero el mensaje que entenderían es que esa no es la vía para conseguir las cosas. No podemos quebrantarnos ante su llanto, todo es parte de una estrategia que hábilmente van poniendo en práctica para medir las consecuencias.

Mientras más firmes seamos al momento de tomar el control de las situaciones, estamos reafirmando la seguridad, el buen entendimiento y el camino correcto para lograr las cosas. Nunca es buena opción darles un incentivo en el momento en que estén en catarsis, eso pone en jaque el liderazgo de los padres. Seamos congruentes y con el ejemplo demos a nuestros hijos fortalezas para enfrentar la vida.

Hasta la próxima.

 

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