La violencia contra las mujeres es de atención urgente y desde las dependencias gubernamentales se debe transversalizar la perspectiva de género para prevenirla y erradicarla.
Para el caso de Puebla, la activación de la Alerta de Género sigue siendo prioritaria, de acuerdo con el Observatorio de Violencia Social y de Género, perteneciente al Instituto de Derechos Humanos Ignacio Ellacuría SJ (Idhie) de la Universidad Iberoamericana.
En entrevista, su titular Ana Jetzi Flores Juárez, detalló que es inaudito que la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia contra las Mujeres (Conavim) haya dilatado la activación.
Y es que el resolutivo, emitido el 7 de julio del presente año, dio un plazo de seis meses más al gobierno del estado para realizar nuevas acciones y reforzar las once recomendaciones emitidas hace un año.
Dicho cumplimiento parcial, afirmó la también responsable del programa de Género del Idhie de la Ibero, difícilmente cambiará el resolutivo de la Conavim porque para el gobierno federal ya se «cumplió» con las observaciones.
Sin embargo para el Observatorio y organizaciones civiles «la violencia contra las mujeres es de atención urgente, justo por eso se hizo la solicitud de declaratoria de Alerta de Violencia de Género por violencia feminicida en el estado de Puebla».
Lo anterior, porque de acuerdo con cifras no oficiales existe un incremento en la violencia feminicida, al pasar de 81 casos en 2015 a 85 en 2016 y hasta el 11 de julio del presente se han documentado 61 (1 feminicidio cada 3.2 días).
Flores Juárez puntualizó que no existe una fuente oficial de datos que indique cómo ha incrementado la violencia contra las mujeres en el estado, sus tipos y modalidades, ya que la última Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) es de 2011.
Situación por la que han dado seguimiento a través de organizaciones y medios de comunicación a los casos de feminicidio detectando «no solamente que no se ha prevenido la violencia contra las mujeres ni la violencia feminicida en el estado, tampoco se ha mantenido, ha incrementado».
Los integrantes del Observatorio han considerado que las acciones implementadas por el gobierno están desarticuladas al no conformar por sí mismas políticas públicas, al no garantizar seguridad a las mujeres y el cese de la violencia contra ellas.
Afirmando que se requieren acciones articuladas en perspectiva de género en el plano educativo en todos los niveles de escolaridad, en el social al incluir a la ciudadanía en la observación y vigilancia en mesas de trabajo con expertos, y en lo público en la prevención hacia el acoso.
Donde las dependencias de gobierno -Secretaría de Educación Pública, DIF, Instituto Poblano de las Mujeres, Comisión Estatal de Derechos Humanos y Secretaría de Seguridad Pública– también hagan trasversal la perspectiva de género.
Prevención y atención a víctimas
Desde la criminología la activación de una Alerta de Género sería una herramienta para la elaboración de programas de prevención y atención a las víctimas como hijos, padres e incluso pareja.
En ese sentido, la maestra en Criminología y especialista en Seguridad Pública, Abigail Báez Madrigal, puntualizó en entrevista que la Alerta haría visible, desde las instrucciones, el problema y ayudaría a tomar conciencia de que todos podemos ser víctimas directas o indirectas.
Cuando se presenta un feminicidio, explica, el entorno en la familia cambia y el impacto que produce el grado de violencia con el que se comete genera graves afectaciones emocionales.
Motivo por el que las víctimas deben recibir atención, principalmente cuando hay hijos que quedan en orfandad, al ser los que sufren al estar bajo el resguardo de un familiar, al ser etiquetados socialmente y por tener una carga emocional de quien les dio la vida (en caso de que el padre sea el responsable) les haya quitado a su madre.
Y es que en la mayoría de los casos es en el entorno de pareja donde se presentan las agresiones, por lo que se tiene que hacer conciencia, detalla la especialista, en evitar que los hijos crezcan en un ambiente amor-odio, donde el afecto no sea compensatorio de insultos, golpes o maltratos, porque si no se normalizan los hechos violentos en el entorno familiar.