Para la Contadora Pública Amparo Montoya Obregón
Mucho se ha hablado de la necesidad de que los ciudadanos de este planeta hagamos conciencia y pongamos nuestro granito de arena para evitar que este espacio en el que vivimos se convierta en un mundo caótico y podrido en palabras de Benedetti, y fomentemos la cultura de la no contaminación al ambiente, la separación de los residuos orgánicos, inorgánicos e industriales, el cumplimiento irrestricto de las normas oficiales en materia ecológica, despojarnos de actitudes soberbias, legaloides y de vendettas de autoridades que pretenden so pretexto de la aplicación irrestricta de la ley llevar a cabo clausuras y sanciones sin sentido a espacios destinados precisamente para la recepción de desechos sólidos con lo que se evitan las montoneras de basura a cielo abierto con las concebidas consecuencias nefastas para la salud de los seres vivos.
Recientemente tuve la oportunidad de recorrer por tercera ocasión el río Grijalva cuyo rielar de agua pasa por el Cañón del Sumidero, percatándome con gran tristeza de verdaderas barreras que hacen intransitable a las lanchas encargadas de disfrutar del paisaje, en un recorrido de dos horas y media en aquel majestuoso río incrustado de la capital chiapaneca, por la acumulación de desechos sólidos de diversos materiales, destacando las botellas de pet, sillones, colchones viejos, muebles destruidos, en suma, infinidad de basura acumulada que nos lleva del placer de aquella belleza natural a la irritación, al malestar e indignación de las autoridades de aquel estado, en especial a la indignación en contra del imberbe gobernador Manuel Velasco Coello, quien a decir de sus gobernados es el peor ejecutivo estatal que han tenido, presente únicamente en eventos de pipa y guante y para presumir alguna de las “obras” de su gestión.
Después de estos comentarios, toca ahora centrarme en el título de esta entrega. Al tema.
Recientemente, el periódico español “El Mundo”, trascendió el hecho de que un tribunal de la India determinó considerar al río Ganges y al Yamuna, como seres vivos, con los mismos derechos que los seres humanos, decisión que significa que contaminar estos dos ríos viene a ser legalmente igual que dañar a una persona. Los dos jueces del estado de Uttarakhand, nos dice el reportaje del periódico hispano, afirmaron que ambos ríos son entidades legales y vivientes que tienen el estatus de una persona legal con todos sus correspondientes derechos, obligaciones y responsabilidades, al tiempo de nombrar tres encargados de vigilar el cumplimiento de las normas impuestas, conocedores en materia jurídica que deberán luchar por sus derechos. La parte conducente del histórico fallo determina que: “los ríos son fundamentales para la vida de la mitad de los indios, su salud y su bienestar. Han proporcionado sustento físico y espiritual a todos nosotros desde tiempos inmemoriales.” Y así tomaron como ejemplo el caso de Whanganui, en Nueva Zelanda, un río que recibió los mismos derechos que los humanos, tal como lo reivindicaban los maoríes.
Refiere “El Mundo”, en aquel reportaje, que la situación del Ganges y el Yamuna, hermano pequeño de aquél, han sidos venerado por cientos de millones de hindúes y que su situación es dramática –lo mismo digo del río Grijalva acunado entre las enormes paredes del Cañón del Sumidero- nacen limpios a los pies del Himalaya, pero según avanza y se topan con la actividad humana sus aguas van muriendo. La industrialización, el desarrollo humano y las continuas habilidades religiosas que celebran en sus aguas le convierten en uno de los ríos más contaminados del mundo. El Yamuna, que atraviesa Delhi no está mejor, nos sigue diciendo “El Mundo” la capital con sus 20 millones de habitantes generan millones de litros de aguas residuales y gran parte ni siquiera es tratada. Esto es parte de la entrevista que concedió al periódico hispano Anamika Barua, directora ejecutiva del consorcio Saciwaters.
Viene al pelo el hermoso poema del gran Atahualpa Yupanqui que sobre el río nos dice:
Soñé que el río me hablaba; Con voz de nieve cumbreña Y dulce, me recordaba Las cosas de mi querencia.
Tu que puedes, vuélvete Me dijo el río llorando Los cerros que tanto quieres -me dijo- allá te están esperando. Es cosa triste ser río Quién pudiera ser laguna Oír el silbo del junco Cuando lo besa la luna. Qué cosas más parecidas Son tu destino y el mío Vivir cantando y penando Por esos largos caminos. Soñe que el rio me hablaba Con voz de nieve cumbreña Y dulce, me recordaba Las cosas de mi querencia. Tu que puedes, vuelvete … Me dijo el rio llorando. Los cerros que tanto quieres, -me dijo- Alla te estan esperando.
En efecto, el bello poema del oriundo del Campo de la Cruz, provincia de Buenos Aires, Argentina, expresa en su poema el dolor de aquel río que no puede volver a las cumbres nevadas donde nace y se queja de su naturaleza al punto de querer ser laguna, para oír los silbos del junco y recibir los besos de la luna. ¡Qué paradoja! Si pudiéramos, en la voz y pensamiento del Bardo Argentino, para poder crear una elegía al río que se va muriendo a la vista de los mexicanos que lo asisten para admirarlo y se van con tristeza de aquella hermosa zona chiapaneca del milenario Cañón del Sumidero o reprochar al estilo de “Pare” de Joan Manuel Serrat, que dice: “padre -al que cuestiona- qué le han hecho al río que ya no canta, que el río ya no es el río… padre ya están aquí monstros de carne con gusanos de hierro, padre no tenga miedo y diga que no, que yo lo espero, padre que están matando la tierra, padre deje de llorar que nos han declarado la guerra.”
Del mismo modo que Serrat ¿de cuántos ríos de este hermoso país que se quiebra, pero no se rompe, ensangrentado y mutilado no podríamos decir lo mismo? Ojalá y muy pronto terminemos esta pesadilla sexenal con sus monstruos de carne y gusanos de hierro.
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