Si bien es de felicitarse la forma en que salimos a votar el pasado primero de julio, con más del 60% de los empadronados, debemos darnos cuenta que nada cambió. El sistema de partidos fue el único beneficiado.

Aunque la participación ciudadana rompió cifras históricas y Andrés Manuel López Obrador será el Presidente que más votos reciba, con 30,033,119 sufragios, los mexicanos no hemos podido cambiar nuestro sistema político.

De los 629 puestos de elección popular a nivel federal que se compitieron, en ninguno quedó un candidato independiente, no fueron opción para la ciudadanía.

Y cómo lo podrían ser, si quienes usurparon esas figuras resultaron ser un fraude. Tránsfugas de los partidos políticos, Jaime Rodríguez “el bronco”, Margarita Zavala y Armando Ríos Piter se encargaron de matar esta figura ciudadana desde el inicio. La desprestigiaron y nadie creyó en ellas.

Margarita lo entendió pronto y al verse expuesta como un acuerdo entre Peña Nieto y Calderón para detener a su archienemigo Ricardo Anaya, decidió renunciar a su candidatura y como monumento al daño a la democracia que provocó, apareció en la boleta electoral.

Armando Ríos Piter de plano huyó cuando fue descubierto que el millón 159 mil 514 firmas entregadas el INE fueron falsas. Se escondió en la campaña fallida de José Antonio Meade y ahora regresó a su escaño en el senado para seguir viviendo de la política.

 

Y el caso de pena fue el del Bronco, que si bien recibió más del 5 por ciento de los votos, su candidatura independiente fue rechazada por todos. Logró aparecer en la boleta presidencial por las fallas elementales de procedimientos en el INE que le permitieron competir. Con propuestas absurdas como córtale la mano a los corruptos y pedir abrazos entre los otros candidatos, el bronco sólo convirtió a los independientes en una caricatura. Ahora regresó a la gubernatura de Nuevo León como premio de consolación.

Casos legítimos de ciudadanos que buscaban estar en el Congreso de la Unión por la vía independiente como Pedro Kumamoto, en Jalisco y Manuel Clouthier, en Sinaloa, no pudieron alcanzar un lugar en el Senado de la República.

El pasado primero de julio el sistema político de partidos probó que está más fuerte que nunca en México. Los ciudadanos solo importamos para dar nuestro voto, no existen espacios reales de participación para que los mexicanos podamos incidir directamente.

Por eso se hace urgente que además de todos los retos que tenemos en el país como la inseguridad, la corrupción y la pobreza, también avancemos en nuestra democracia.

Es fundamental que el virtual Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador se centre en un reordenamiento político del país, con una nueva reforma electoral que tenga como centro a los ciudadanos y no a los partidos políticos.

 

Dichas modificaciones deben de estar basadas en tres aspectos fundamentales:

1.- Renovación de los consejeros del Instituto Nacional Electoral y los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, para que nunca más dependan de los partidos políticos.

2.- Blindar a las candidaturas independientes para que no sean presa fácil de los políticos. Disminuir el número de firmas que es superior al porcentaje que requiere un partido para mantenerse y poner como requisito para quien busque esta figura que no tenga militancia partidista ni un alto cargo en los gobiernos federal y estatales en los últimos cinco años.

3.- Disminución radical en el financiamiento público que reciben los partidos políticos. No podemos seguir manteniendo a los partidos políticos que no abren sus puertas a la ciudadanía. Es un cambio urgente el que se necesita.

Los ciudadanos debemos ser el contrapeso natural al poder, es fundamental que la ley nos de las herramientas para hacerlo. Nunca más una simulación en nuestra historia como fueron las candidaturas independientes.

 

 

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